miércoles, 26 de febrero de 2014

Agresividad y desadaptación


El segundo gran tema a tratar dentro de este punto es la agresividad, las conductas evasivas y las conductas perturbadoras, las cuales se pueden reunir bajo el término de violencia en los niños y jóvenes, los cuales se muestran como desadaptados al medio escolar.

La violencia se puede definir como una acción intencional del uso de la fuerza o del poder y por la cual una o más personas, producen daño físico, mental, sexual o en su libertad de movimiento o la muerte a otra u otras personas, o a sí mismas con un fin predeterminado.

Así, se distinguen tres componentes básicos:

- La intencionalidad en el uso de la fuerza o poder

- La generación de un daño

- El fin perseguido, en el que subyace el ejercicio de alguna forma de poder, bien sea a nivel del hogar, público o de grupo.

 

Por otro lado, tenemos las conductas de desadaptación social, las cuales difieren en grado de las conductas violentas, antes descritas. Los niños que presentan problemas serios en sus relaciones con sus compañeros no sólo se van a ver privados de ocasiones únicas de aprendizaje de un número importante de habilidades para las relaciones interpersonales, sino que, muy posiblemente, presentan un alto riesgo de manifestar desadaptación en el futuro, llegando a manifestar distintas alteraciones conductuales violentas.

El grado de adaptación de un niño o niña es un factor protector de futuras alteraciones conductuales, por lo tanto, los profesores deben estar atentos a las señales sutiles que presentan los menores y que puedan dar datos de una posible deficiencia social.

No existe un criterio para definir unas relaciones pobres o deficitarias con los pares, e identificar a los niños que lo experimentan. La definición de unas malas relaciones sociales con los pares incluyen una interacción muy escasa, centrándose en la conexión que aparece entre inadaptación posterior y agresión y /o patrones de conducta antisocial temprana de los niños; otras definiciones se centran en la pasividad y ausencia de una adecuada asertividad en el niño.

Así, existen distintas acepciones de acuerdo al criterio que tengamos para evaluar la desadaptación:

1. Definición basada en la aceptación de los pares: se basa en índices sociométrico de aceptación o popularidad. Un niño disfrutaría de unas buenas relaciones con sus compañeros cuando es aceptado por ellos. El problema de esta definición es que no capta las conductas concretas que hacen que el niño sea rechazado.

2. Definición conductual: esto hace referencia a que unas relaciones sociales con los pares positivas y adecuadas se dan si el niño emite conductas específicas a la situación que aumentan la posibilidad de refuerzo, disminuyendo la probabilidad de castigo. El problema de esta definición es que no se describen cuáles son las conductas hábiles y cuáles son desadaptadas.

3. Definición de validez social: según esto, las relaciones sociales con los pares serían buenas si en una situación dada se emiten las conductas que predicen resultados importantes para los niños, como son la aprobación de otros niños, aprobación de los adultos, etc.

4. Definición basada en el juicio de los adultos: la forma más común de identificar las relaciones sociales en la infancia  es el informe directo del adulto a cargo del niño, como padres y profesores, y es cuando buscan ayuda profesional que se manifestaría una mala relación social con otros.

5. Definición desde el punto de vista de los propios niños: hay quienes opinan que los pares dan el mejor indicador de la conducta social de otro niño, ya que reporta experiencias personales directas en el trato cotidiano. Asimismo el auto reporte es un buen indicador de los niveles de conducta social, como son los reportes del grado de ansiedad frente a una relación interpersonal, niveles de soledad, niveles de auto eficacia, etc.

Los niños y adolescentes agresivos, presentan un grado de desadaptación social grave o severo.  Existe por un lado una inadaptación social y por otro conducta agresiva y patrones de conducta antisocial.

Si se considera que una conducta es socialmente competente si alcanza sus objetivos de un modo adecuado, se puede decir que tanto los niño pasivos y retraídos muestran conducta poco o nada efectivas, los agresivos muestran conductas que pueden ser muy efectivas, pero casi nunca apropiadas. El comportamiento agresivo hace uso de la fuerza física, sociológica o emocional y conduce a la violación de los derechos y sentimientos de los demás.

En general, los niños agresivos tienden a presentar una amplia gama de problemas que incluyen disfunción familiar, dificultades de aprendizaje serias y unas malas relaciones sociales. No son menos populares sino que muestran alta incidencia de fracaso escolar y abandono prematuro de la escuela, provocan la contra agresión y el rechazo de sus pares, y, sin un tratamiento de por medio, van a tener de adultos problemas de adaptación que pueden ser graves como delincuencia juvenil, conducta antisocial, problemas psicológicos, abuso y adicción a drogas, etc.

No es de extrañar que en muchas ocasiones sean identificados como niños con trastorno disocial, puesto que la principal dificultad con los iguales en este trastorno es la agresividad. La conducta agresiva va unida al rechazo social, cuestión que parece no dejar lugar a dudas.

El proceso de socialización parece estar gravemente dificultado para estos niños agresivos. Existe evidencia de que el rechazo social a que se ven sometidos los niños agresivos puede tener un papel causal en el desarrollo del trastorno disocial. El niño agredido tiende a evitar al niño agresivo. Eso a la larga llevará a cierto aislamiento auto impuesto, privándole de la oportunidad de interactuar con niños socialmente competente y aprender así formas correctas y apropiadas de comportarse y de controlar sus impulsos agresivos.

Por otro lado, cuando los niños agresivos son rechazados por el grupo mayoritario de compañeros, tienden a asociarse con otros niños igualmente agresivos y rechazados. Ello supone la exposición a modelos de más conductas agresivas y desviadas, y como se dijo, restringe las oportunidades de interactuar con modelos competente, estableciéndose un círculo vicioso.

 

Criterio abuso de sustancias


Los criterios para el abuso de sustancias según el DSM IV, son los siguientes:

A. Un patrón desadaptativo de consumo de sustancias que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por uno o más de los ítems siguientes durante un periodo de un año:

- Consumo recurrente de sustancias, que da lugar al incumplimiento de obligaciones en el trabajo, escuela o casa.

- Consumo recurrente de la sustancia en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso, como conducir un automóvil.

- Problemas legales repetidos relacionados con las sustancia.

- Consumo continuado de la sustancia, pese a tener problemas sociales continuos o recurrentes o problemas interpersonales causados o exacerbados por los efectos de la sustancia.

 

B. Los síntomas no han cumplido los criterios para la dependencia de sustancias de esta clase de sustancia.


Asimismo, los criterios para identificar la dependencia de sustancias tóxicas ilegales, para el mismo Manual, y ante las cuales los profesores deben estar atentos, son:

Un patrón desadaptativo de consumo de sustancia que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por tres o más de los ítems siguientes, en algún periodo continuado de un año:


1. Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:

a) una necesidad de cantidades marcadamente creciente de la sustancia para conseguir la intoxicación o el efecto deseado.

b) el efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su consumo continuado.

2. Abstinencia, definida por:

a) el síndrome de abstinencia característico para la sustancia.

b) se toma la misma sustancia para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

3. La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un periodo más largo de lo que inicialmente se pretendía.
 
4. Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el consumo de la sustancia.

5. Se usa mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, en el consumo de la sustancia o en la recuperación de sus efectos.

6. Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia.

7. Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o exacerbados por el consumo de la sustancia.

Estos dos criterios diagnósticos, permitirán al profesor estar en alerta a cualquier característica en el adolescente o incluso en niños, los cuales por su edad suelen manifestar alteraciones mayores de conducta como los vistos al inicio de la unidad. Asimismo permite diferenciar a tres grupos de consumidores de drogas:

 Consumidores ocasionales o sin signos de abuso o dependencia

Consumidores con abuso de sustancias

Consumidores dependientes de una o más sustancias

Un electo adicional es la presencia o no de un síndrome de abstinencia o privación. El cual debe ser identificado y descrito, de modo de brindar apoyo cuando se presenten los síntomas.

PSICOPATÍAS: ADICCIONES, AGRESIVIDAD, CONDUCTAS EVASIVAS, CONDUCTAS PERTURBADORAS


Para hablar de las psicopatías debemos hacer una distinción de los dos subgrupos que la conforman, primero tenemos las adicciones y por otro lado las categorías de agresividad, conductas evasivas y perturbadoras de niños y jóvenes.

Partiremos hablando de las adicciones. Sabemos que el uso de sustancias que alteran el estado anímico, las percepciones, las emociones y el pensamiento se conoce desde los inicios de la humanidad. Sin embargo, es cierto que no llegó a constituir una amenaza de tal magnitud para las personas, la familia y la sociedad, al grado de requerir esfuerzos de la organización social para su control y tratamiento, como existe actualmente.

El consumo de drogas en culturas primitivas era aceptado y su uso era restringido a ceremonias religiosas u otros ritos culturales, limitado en espacio, tiempo y personas. Asimismo los preparados no tenían los refinamientos químicos que sí tienen hoy. Tal uso no podía ser catalogado como abuso o adicción, de acuerdo a lo que hoy conocemos.

Hoy en día el uso de sustancias alucinógenas, con fines recreativos o de evasión de la realidad es mucho más preocupante, tomando un giro dramático en la segunda mitad del siglo XX. El refinamiento químico de las sustancias, junto a la aparición de drogas sintéticas ha sido parte de este cambio, que está poniendo en jaque todos los esfuerzos por prevenir el consumo, tratar a los afectados y controlar el tráfico de tales sustancias.

La droga más utilizada actualmente, que es catalogada como productora de dependencia es el alcohol, producto que ocasiona un enorme daño a la salud pública y pérdidas económicas anuales. A este problema se ha sumado el uso de otras sustancias alucinógenas como la marihuana y alcaloides como la cocaína y pasta base.

Nos encontramos hoy ante una situación sin precedentes, en donde las naciones de mayor poder económico no han escatimado en esfuerzos para controlar el problema, sin resultados evidentes.

lunes, 24 de febrero de 2014

Atención Psicológica Particular

Ps. Mg. María Paz Muraro Montiel

Registro de Profesionales MINEDUC Nº 1371
Registro Colegio de Psicólogos Nº 3575
Psicóloga con 13 años de experiencia profesional en el área clínica.
Magíster en Psicología Clínica Diagnóstico y técnicas de intervención UDD. Postítulo en Psicopatología, Psicodiagnóstico y Técnicas Proyectivas UAI.

Atención psicológica particular a domicilio (RM), lactantes, niños y adolescentes, en su entorno familiar. Relaciones de Apego madre-hijo, lactancia materna, dificultades emocionales de la madre, del hijo en sus primeros meses de vida. Prevención de patologías psicológicas en la etapa pre natal y post natal, depresión post parto y otras. Acompañamiento profesional a pre escolares con alteraciones emocionales, conductuales, sociales y adaptación al sistema escolar primario. Atención especializada en trastornos conductuales y emocionales de la etapa escolar. Consejería e intervención a padres y madres.
Tel.: 8- 729 02 56

Causas que originan el Trastorno de Conducta


Este comportamiento agresivo y violento, que puede incluso llevar al menor a la utilización de armas de fuego, va generalmente unido a una serie de causas multifactoriales que han provocado esta situación. Algunas de las más significativas son:

Relación de este trastorno con una afección en el lóbulo frontal del cerebro, que impide a estos niños una adecuada planificación o evitación de riesgos, así como aprender de sus experiencias negativas (es importante por lo tanto no zamarrear a los niños cuando son pequeños).

Factores de origen genéticos o heredados: Es frecuente encontrar en el entorno del niño familiares con trastornos mentales graves, como esquizofrenia, trastornos de la personalidad o anormalidades neurológicas, etc.

Es frecuente, también, encontrar niños con trastornos de la conducta que presentan síntomas del Trastorno de la Atención e Hiperactividad.

Familias desestructuradas y con problemas graves entre sus miembros, que no suelen contar con el necesario apoyo familiar. Suelen ser hijos de familias marginales y muy inestables: los padres se han divorciado; son hijos de madre soltera o de padres cesantes. Estas situaciones han llegado a provocar que estos niños sufran en sus propias carnes la violencia en el hogar.

Problemas de rechazo social; niños que no son bien aceptados entre el resto de sus compañeros.

Bajo nivel socioeconómico en la familia (pobreza, carencia de medios, necesidades económicas de todo tipo).

Comportamiento agresivo o violencia previa. Presencia de situaciones de abuso físico o sexual, donde ellos han sido las víctimas.

Exposición a la violencia en los medios de difusión (televisión, radio, etc.)

Uso de drogas o de alcohol, o de ambos

Presencia de armas de fuego en la casa.

Convivir con compañeros delincuentes.

Algunos autores encuentran una asociación entre este trastorno y los trastornos de la personalidad, en especial los referidos a la personalidad sádica, que es uno de los síntomas más destructivos de este trastorno. Este afán destructivo lo dirigen hacia los demás y se identifica al principio de la edad adulta. En los niños se presenta en forma de crueldad hacia los animales.

jueves, 20 de febrero de 2014

Síntomas del trastorno disocial


Los síntomas del trastorno disocial van unidos a un tipo de comportamiento repetitivo y persistente en el que se violan los derechos básicos de las personas, así como normas sociales propias de la edad. Según los criterios establecidos por el DSM-IV la edad en la que suele aparecer es a partir de los 15 años.

Estos síntomas pueden aparecer también en niños que no padecen este tipo de trastorno de conducta, siendo más frecuente su aparición en aquellos que padecen Trastorno por Déficit de Atención o un trastorno Oposicionista Desafiante mal manejado.

Asimismo, suele manifestarse junto con otros trastornos de la salud mental como, por ejemplo, trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, de estrés postraumático, abuso de drogas, trastornos del aprendizaje, etc. Como se ve síntomas más propios de un trastorno de conducta negativista y desafiante, considerado por algunos autores como fase previa al trastorno disocial.

Los padres habrán de estar muy atentos a estos síntomas y recurrir al médico cuando considere que su hijo presenta un cuadro parecido. Los síntomas más frecuentes, según el DSM-IV, van acompañados de los siguientes comportamientos:

Comportamiento agresivo: tanto hacia las personas como hacia los animales, sin que exista una afectación emocional, al menos en apariencia. Suele ir unida a una amenaza o a un daño físico a otras personas, reflejada en una conducta intimidatoria; enfrentamientos físicos; acciones violentas hacia los demás; utilización de armas (palos, piedras, cuchillos, botellas rotas, pistolas); suele ser cruel con las personas y los animales; roba a sus víctimas; fuerza a otras personas a mantener una relación sexual con él; se manifiesta de una manera cruel con los animales.

Comportamiento destructor, caracterizado por un vandalismo y un espíritu destructor de la propiedad privada, generalmente de los otros, que puede llegar, incluso, al incendio intencionado de esa propiedad. El fin no es otro que el de causar el mayor daño posible.

Falsedad y engaño, se caracteriza porque fuerza la entrada en el edificio, casa o automóvil de otras personas; utiliza la mentira para obtener aquello que de otra forma no alcanzaría o para evitar la ejecución de sus obligaciones; es un mentiroso incumplidor. Su objetivo único y prioritario va encaminado a conseguir sus propósitos.

Violación de reglas, en este apartado nos referimos a aquellas reglas que son propias de los niños y adolescentes, como las relacionadas con la no asistencia a clase; realizar bromas pesadas; travesuras de todo tipo; pasar la noche fuera de casa, pese a la negativa de los padres; etc.

Los primeros síntomas, sin embargo, suelen ser más simples y a veces nos pueden confundir con la evolución propia de la edad. Estos síntomas o "señales de alerta" son: una ira intensa; ataques de furia o pataletas; una irritabilidad e impulsividad extremas; y frustrarse con facilidad.

A consecuencia de todo ello el niño que padece un trastorno disocial sufre un fuerte deterioro en su vida social, académica o laboral, si fuese el caso.

Por último, conviene señalar que los trastornos de conducta presentan, en cuanto al sexo, una serie de diferencias; así, por ejemplo, en los chicos se observa conductas agresivas y violentas, mientras que en las chicas son más frecuentes los incumplimientos normativos.

 

Trastorno Disocial


Se entiende como trastorno de conducta a la alteración del comportamiento, que se manifiesta de una manera antisocial, ya desde la infancia, y que se refleja en una serie de violaciones de normas que no son propias de la edad, como los enfrentamientos con otros niños; escaparse de clase, etc., y que son consideradas más allá que la propia “maldad infantil” o rebeldía del adolescente.

Estas manifestaciones van unidas a una serie de situaciones familiares, sociales, escolares que las van a potenciar.

Aunque aparecen en etapas infantiles, pueden continuar y se amplia en la edad adulta. Por otra parte, indicar que este Trastorno Disocial afecta, al igual que ocurre con otros trastornos de conducta, como los recién vistos, en mayor medida más a los niños que a las niñas.

Finalmente, indicar que este tipo de trastorno disocial suele ir precedido de otro trastorno, el negativista desafiante, que aparece con mayor frecuencia en los años preescolares, mientras que el trastorno de conducta aparece en niños mayores, en adolescentes. Esta opinión, sin embargo, hoy en día es discutida por algunos autores.

miércoles, 19 de febrero de 2014

¿Cómo se manifiesta el trastorno oposicionista y desafiante?


Las principales características de este trastorno vienen determinadas por una serie de situaciones caracterizadas por una falta evidente de cooperación, desafío y comportamiento hostil hacia todo aquello que indique autoridad. Las formas más frecuentes de manifestarse, según se recoge en las clasificaciones actualmente operativas: CIE-10, DSM-III-R y DSM-IV, son las siguientes:

Se enfadan con relativa frecuencia, se encoleriza. Es muy habitual en ellos las rabietas de todo tipo; pierden con facilidad la paciencia.

Discuten continuamente con los adultos.

Desafían las reglas de los adultos, por ejemplo, negarse a realizar las tareas.

Son provocadores

Son niños que intentan en todo momento molestar y fastidiar de una manera deliberada a las personas que les rodean.

Culpan y reprochan a los demás de sus propios errores.

Suelen estar coléricos y resentidos con todo lo que les rodea. Se molestan con facilidad y son quisquillosos e irritables

 Utilizan un lenguaje obsceno

 Es rencoroso y reivindicativo. Cuando se enfadan utilizan palabras hirientes, con la intención de hacer daño

Suelen tener problemas académicos

Son mentirosos e incumplidores.

En ocasiones, los niños pueden presentar unos síntomas parecidos a los que caracterizan este trastorno, pero que son pasajeros y propios de la edad. Los padres y profesores tendrán que estar atentos a estas diferencias, ya que para que se pueda hablar de trastorno estos síntomas se deben presentar con una gran frecuencia, además de interferir en el aprendizaje, la adaptación en la escuela y, algunas veces, con las relaciones personales del adolescente.

Causas que originan el trastorno oposicionista


Aunque las causas son difíciles de precisar de manera directa, sí se puede encontrar una influencia para el desarrollo de este trastorno en el ámbito familiar, basándose en la opinión de algunos padres que dicen que su niño con Trastorno Desafiante y Oposicionista era más rígido y demandante que sus hermanos desde su más temprana edad. A estos habría que añadir una serie de factores biológicos y del ambiente, como causantes de este trastorno.

Estudios recientes han llevado a analizar como posibles causas en la parición de este trastorno dos teorías, conocidas cada una de ellas como teoría del desarrollo y teoría del aprendizaje, respectivamente.

La teoría del desarrollo, parte de una edad muy temprana en el niño, cuando éste tiene entre uno y dos años de edad, momento en el que encuentra problemas de autonomía, caracterizados por una cierta dificultad para separarse de la persona a la que se encuentra ligado emocionalmente. Como consecuencia de ello surgen unas actitudes negativas que son consideradas como una continuación de “las cuestiones normales del desarrollo que no se resolvieron de forma adecuada durante los primeros años de vida”.

La segunda de las teorías es la teoría del aprendizaje, para quien “las características negativas del trastorno de conducta oposicionista y desafiante son actitudes aprendidas que reflejan los efectos de las técnicas de refuerzo negativo empleadas por los padres y figuras de autoridad”. La utilización de refuerzos negativos por parte de los padres o maestros, por ejemplo, como figuras de autoridad más destacadas, provoca un incremento en la frecuencia y la intensidad de este tipo de conducta en el adolescente, ya que con ello lo que hace es reclamar de una forma directa la atención, el tiempo, la preocupación y la interacción que desea obtener de esas personas.

martes, 18 de febrero de 2014

Trastorno Oposicionista Desafiante

Los niños al cumplir los dos, tres años suelen mostrar un comportamiento caracterizado por su terquedad, oposición a los padres y maestros, que suele ser más evidente en la adolescencia.

Este comportamiento en sí mismo no presenta ningún tipo de anormalidad o anomalía alguna. Sin embargo, cuando estos síntomas se hacen más frecuentes, repetitivos y se convierten en un comportamiento agresivo hacia los demás, influyendo en su vida escolar, social y académica, entonces hay que comenzar a pensar que allí puede haber un posible trastorno de la conducta.

El trastorno oposicionista y desafiante, también conocido como trastorno de la conducta negativista y desafiante se caracteriza, por lo tanto, por un enfrentamiento continuo con los adultos y con todas aquellas personas que tengan algún rasgo de autoridad, en especial dentro de la familia y de la escuela.

 Suele aparecer en el niño, en torno a los dos o tres años, como una manifestación de oposición y desafío, aunque será a partir de los siete años cuando se manifieste como tal el trastorno, afectando entre un cinco y un quince por ciento de la población escolar.

 Hasta hace muy poco tiempo era comúnmente aceptado por todos los especialistas que el trastorno desafiante y oposicionista precedía y terminaba convirtiéndose en un trastorno de conducta. Así el CIE-10 consideraba al trastorno oposicionista como un subtipo dentro del trastorno disocial o de conducta. Sin embargo, existen evidencias que indican, que ambos trastornos son independientes entre sí; así, por ejemplo, vemos que en el trastorno oposicionista predomina una actitud provocadora y hostil sobre las conductas destructivas o sobre la violación de los derechos fundamentales de los demás.

Trastornos de Conducta

Los trastornos de conducta, en general se caracterizan por una alteración en el patrón normal de la conducta del niño o adolescente, el cual es desadaptativo en relación al lugar en que se presenta e interfiere en la vida cotidiana del menor y su familia. 

Revisaremos algunos de los trastornos de conducta más relevantes para el área educativa. Los cuales son el Trastorno Oposicionista Desafiante y el Trastorno Disocial.
 
 

viernes, 14 de febrero de 2014

Génesis de la Autoestima, Autoconcepto y Motivación en los Educandos

Los expertos afirman que el concepto de sì mismo se desplaza durante la infancia desde un locus de control externo físico, referido a la habilidad motora expresada mediante la manipulación del mundo físico, la motilidad continua como saltar, jugar, correr y la motricidad coordinada que se expresa en habilidades como el andar en triciclo o bicicleta, por ejemplo. Así, durante los primeros años escolares las actividades y habilidades físicas cobran relevancia en la propia autoevaluación. Si se pide al niño que se describa  éste lo hará en función de las acciones que realiza.

 Luego, a los siete años aproximadamente, este foco de atención se desplaza a la comparación entre lo que ellos hacen y lo que hacen los otros y se describen en función de esa percepción. Esto significa un cambio de foco, desde las acciones habituales externas del sì mismo hacia las competencias internas del sì mismo; es decir, hacia un locus psicológico interno.

 Este punto cobra gran importancia en el sistema escolar dado que el niño se va a percibir  conforme sea la percepción que los otros tienen de él. Su sentido de competencia depende ahora de factores externos, como la evaluación de  la persona más significativa y que sirve de modelo en el contexto escolar; el profesor y además sus pares.

 En relación a sus compañeros, el niño se enfrenta a un mayor número de comparaciones respecto de sus habilidades, competencias y su desempeño dentro del grupo. Puede resultar como adecuado o inferior en la ejecución de sus tareas escolares. Si el sentimiento es de inferioridad disminuye el interés por sus tareas y evitara situaciones de evaluación para no experimentar su incapacidad y pérdida de confianza en sus capacidades. Muchas veces asumen una actitud de inercia, de inactividad. Esta Actitud de inercia se da en alumnos contrastarnos de aprendizaje los cuales ante reiteradas experiencias de fracaso escolar van mermando su nivel de autoestima. Ante dificultades académicas, por ejemplo, cuando tiene un éxito académico lo explican como resultado de factores externos “lo fácil que era la actividad”; y cuando fracasa en alguna tarea lo atribuyen a su falta de habilidad: “no soy bueno para esto”. En el primer caso se habla de atribución externa y en el segundo de atribución interna.

 Con el ingreso del niño al sistema escolar se produce un cambio y ampliación de los factores que afectan el desarrollo de la autoestima y de autoconcepto. Estos factores que inicialmente pertenecen al ámbito privado de la familia pasan a multiplicarse y compartirse por los otros niños, profesores y toda la amplia gama de experiencias que proporciona la escuela. Así entonces, el autoconcepto se formaría gradualmente a partir de las experiencias del niño con su realidad más cercana, siendo la familia el primer agente, en la configuración de la autoimagen primaria, es aspectos tanto físicos como psicológicos, las cual se verá influida por el agente secundario que es la escuela.

 En conclusión se puede decir que el autoconcepto y la autoestima se van delineando en la relación con los otros, por ello las relaciones interpersonales en la escuela influyen fuertemente en el autoconcepto del niño y esto a su vez incidirá en el desempeño cognitivo y social del escolar. Es importante que los profesores promuevan un ambiente que favorezca el desarrollo de habilidades sociales y de interacción afectiva con sus pares y con los mayores con el propósito de resguardar el desarrollo positivo tanto del autoconcepto como de la autoestima.

 El proceso educativo incluye además la motivación, la cual influye en el logro académico. Respecto a la motivación se puede decir que genera un alto compromiso conductual i emocional  con las labores y es ésta la que finalmente impulsa el acto de aprender.

jueves, 13 de febrero de 2014

Recursos Psicológicos del Educando

Existen diversas variables internas en los alumnos que influyen en su comportamiento y rendimiento escolares. Es necesario conocerlas para tener una mayor comprensión y ampliar la mirada frente a las conductas que muestran los niños. Sin embargo, ellos no sólo dependen del niño sino que, también, del apoyo que otorguen los otros cercanos y significativos como los padres y profesores.

 Varios estudios en esta área confirman una relación positiva entre rendimiento escolar y variables intrínsecas del niño como autoestima, autoconcepto, motivación y expectativas.

 Se hace necesario entonces conocer el significado de estos constructos psicológicos.

1.- Autoconcepto: Básicamente es una percepción que tienen los individuos de diversos aspectos de sí mismos. Estas cogniciones, que el individuo tiene conscientemente acerca de sì, incluyen todos los atributos, rasgos y características de personalidad que estructuran y se incluyen en lo que el individuo concibe como su yo. Es la imagen que tenemos de nosotros mismos en las dimensiones perceptual, cognitiva y afectiva. Responde a la pregunta ¿quién soy yo?

 2.- Autoconcepto Académico: Este concepto se define como la parte del sì mismo que se relaciona más directamente con el rendimiento académico y aparentemente, sirve como un sistema de guía personal para dirigir el comportamiento en la escuela y juega un rol fundamental en la determinación del rendimiento académico del estudiante.

 
El Autoconcepto académico integra las siguientes dimensiones:

 a.- Interrelación: Juega un rol importante el aprecio que el niño tiene por sus compañeros y el nivel de confianza que logra en la relación con ellos. Un niño con un buen nivel afectivo y social con sus pares se identifica con su contexto escolar, es amistoso, espontáneo, tolerante a la frustración y maneja de mejor manera la rabia.

 b.- Asertividad: Incluye la habilidad de expresar adecuadamente tanto los sentimientos positivos como negativos; por ejemplo, afecto, respeto y amor que facilita o sirve de base al sentido de control que experimenta el niño sobre lo que ocurre en la clase.

Conductualmente se expresa en acciones donde el niño manifiesta los propios sentimientos y sus derechos sin negar los de los demás. Una alta asertividad implica que el niño está dispuesto a enfrentar la autoridad y hacerse escuchar, defiende su propia identidad personal y exige reconocimiento.

c.- Seguridad en sì mismo: Se refiere a la confianza en el propio potencial. Un alto compromiso le permite asumir las actividades como reforzantes y por tanto requiere de pocos esfuerzos extrínsecos.

 4.- Capacidad de afrontamiento: Se refiere a la confianza que tiene el niño en sus habilidades académicas para satisfacer las demandas del medio orientadas al cumplimiento de las metas académicas. La pregunta aquí es ¿soy capaz de hacerlo?

 Desde este enfoque un niño con un nivel de Autoconcepto académico tendera a esforzarse y mantener el esfuerzo en una situación de aprendizaje, por el contrario, si el menor posee un bajo Autoconcepto académico va a disminuir el esfuerzo y la manutención del mismo, evitando las situaciones de aprendizaje que amenazan su Autoconcepto.

 

miércoles, 12 de febrero de 2014

La familia y la autoestima

La autoestima, además es aprender a querernos y respetarnos, es algo que se construye o reconstruye por dentro. Esto depende, también, del ambiente familiar en el que estemos y los estímulos que este nos brinda.
 

Por ejemplo, cuando existe violencia intrafamiliar, se puede decir que las víctimas y los victimarios poseen muy baja autoestima, ya que por un lado, la víctima es alguien al que maltratan sin que ésta pueda poner límites y no se da cuenta de que está siendo abusada. Por otro lado, los victimarios compensan lo inferior que se sienten, maltratando y abusando, en este caso, de un familiar.


Muchas de las heridas emocionales que tiene una persona, producidas en su niñez pueden causarnos trastornos psicológicos emocionales y físicos (cáncer, úlceras, hipertensión, trastornos cardíacos y alimentarios, problemas en la piel, depresiones, etc.), produciendo dificultades en la vida de las mismas(conflictos serios en el trabajo, disminución de la energía y de la capacidad creativa, relaciones matrimoniales desastrosas, no poder hacer o conservar amigos, poco entendimiento con las hijas e hijos).


Existen padres, madres, docentes o cuidadores que humillan, desprecian, no prestan atención, se burlan o se ríen del niño/a cuando pide ayuda, siente dolor, tiene un pequeño accidente, necesita que lo defiendan, expresan miedo, piden compañía, se aferra buscando protección, tiene vergüenza, etc.. Estas actitudes se completan con otras totalmente opuestas, demostrándole al niño que es "querido y bonito" creándole una gran confusión. Pero estas muestras de cariño son aparentes, adjudicándole un rotulo a su identidad, que trae como consecuencia un peso negativo en formación y en el desarrollo de sus capacidades.


En el momento en que la persona afectada es adulta, transmitirá la humillación o el maltrato a personas más pequeñas o vulnerables. Es una cadena hereditaria de abuso y poder, ya que el desprecio y la vergüenza vivida en la infancia son la fuente de los problemas que afectan en la vida adulta y los causantes de la baja autoestima.

La principal imagen y más generalizada forma de violencia es el maltrato emocional. Hay muchas maneras pasa asustar a un niño y hacerlo sentir culpable e intimidado, sin recurrir a la violencia física. El niño o la niña se atormenta con pensamientos y sentimientos que no pueden comunicar ni compartir con nadie y aprenden a soportar el dolor y el silencio.
 

La autoestima y la comunicación están muy relacionadas, porque según como se diga algo, el efecto será positivo o negativo, de aprendizaje o de resentimiento, que se transmite desde la infancia hacia el futuro. Por esta razón, se entiende que los padres y madres que dañan la autoestima de sus hijos no siempre lo hacen intencionalmente, ya que ellos fueron educados del mismo modo.
 

Cuando los padres quieren que sus hijos reaccionen como ellos desean, suelen comportarse de maneras particulares. Estas maneras pueden ser:


Mártires: controlan al niño haciéndolo responsable de su sufrimiento y culpable por todo lo que pueda querer o hacer que no le caiga bien a estos mártires, a quienes nada les viene bien, y recurre a las quejas, los reproches, las lagrimas, las amenazas de que les va a dar una ataque, etcétera.
 

- Ves como me sacrifico por ti y no te importa-

- Dejé todo para criarte y me lo pagas haciendo eso-

- ¿En qué nos equivocamos que nos haces estas cosas?-

 
Dictadores: controlan al niño o la niña atemorizándolos cuando hacen algo no autorizado, son estrictos y amenazantes para que obedezcan y todo los enfurece. Condenado de manera inapelable al niño, con burlas, gritos, despliegue de poder y dominación.


- Como podes ser tan estúpido/a, como no te das cuenta de las cosas-

- Te avisé y ahora vas a ver lo que te pasa por no obedecer-

- Yo no tengo que darte explicaciones, lo haces porque te lo ordeno y punto-

A veces estos roles (mártir y dictador) se combinan, se alternan y agregan mas confusión a los niños porque también van acompañados con demandas o manifestaciones de cariño. Y si un hijo llega a quejarse, a llorar o a reclamar por el trato que recibe puede volver a ser juzgado, culpado y descalificado.


Según se hallan comunicado nuestros padres con nosotros así van a ser los ingredientes que se incorporen a nuestra personalidad, nuestra conducta, nuestra manera de juzgarnos y de relacionarlos con los demás.


Esas voces quedan resonando dentro de nosotros toda la vida. Por eso hay que aprender a reconocerlas y anular su poder para que no nos sigan haciendo sufrir, para liberarnos de esos mandatos distorsionados y para no volver a repetírselos a nuestros hijos e hijas.


Ninguna forma de maltrato es educativa y ningún mensaje o comunicación que culpabiliza, critica, acusa, insulta o reprocha es un buen estímulo para nadie. Y menos en la infancia, cuando no hay posibilidades de defenderse, protegerse o entender que es la impotencia y el desconocimiento de otras formas de trato lo que lleva a los padres y madres a asumir ese papel de mártir o de dictador.
 

Lo primero que hay que entender es que no podemos hacernos cargo toda la vida de los problemas que amargaron o hicieron de nuestros padres y madres personas mártires o dictadoras. Basta con empezar a investigar de que manera nos afectaron esas actitudes, para comenzar a liberarnos de sus efectos y no repetir nada de esto con los propios hijos e hijas, con nuestros alumnos, con cualquiera de nuestros chicos o chicas que puedan estar a nuestro cuidado.

martes, 11 de febrero de 2014

Autoestima


Los niños no pueden articular un concepto de su propio valor  sino hasta la edad de 8 años aproximadamente, pero con su comportamiento demuestran que tienen un concepto en desarrollo. En los niños pequeños, la autoestima, la opinión que una persona tiene de su propio valor, no se basa en una valoración realista de las capacidades o de los rasgos de la personalidad. De hecho, los niños entre 4 y 7 años suelen sobrevalorar sus habilidades. Por una parte, aún no cuentan con las destrezas cognoscitivas y sociales para compararse con precisión con respecto a otros niños; además, aunque lo pequeños pueden emitir conceptos sobre su competencia en diferentes actividades, aún no pueden clasificarlas según importancia y deben aceptar el criterio de los adultos quienes son la primera fuente de retroalimentación, y son esas opiniones sobre las cuales se basan los rudimentos iniciales de la autoestima.

 

Cuando la autoestima es alta, un niño está motivado para lograr sus metas. No obstante, si la autoestima está supeditada al éxito, los niños pueden ver el fracaso como una condena de su valor y sentirse desamparados para hacerlo mejor.

 

¿Qué es la Autoestima?

 

La autoestima es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Esta se aprende, cambia y la podemos mejorar.

 

Es a partir de los 5-6 años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros mayores (padres, maestros), compañeros, amigos, etcétera y las experiencias que vamos adquiriendo.

 

Según cómo se encuentre nuestra autoestima, será la responsable de muchos fracasos y éxitos, ya que una autoestima adecuada, vinculada a un concepto positivo de mí mismo, potenciará la capacidad de las personas para desarrollar sus habilidades y aumentará el nivel de seguridad personal, mientras que una autoestima baja enfocará a la persona hacia la derrota y el fracaso.

 

Baja Autoestima

 

Todos tenemos en el interior sentimientos no resueltos, aunque no siempre seamos conscientes de estos. Los sentimientos ocultos de dolor suelen convertirse en enojo, y con el tiempo volvemos el enojo contra nosotros mismos, dando así lugar a la depresión. Estos sentimientos pueden asumir muchas formas: odiarnos a nosotros mismos, ataques de ansiedad, repentinos cambios de humor, culpas, reacciones exageradas, hipersensibilidad, encontrar el lado negativo en situaciones positivas o sentirse impotentes y autodestructivos.

 

Cuando una persona no logra ser autentica se le originan los mayores sufrimientos, tales como, enfermedades psicológicas, la depresión, las neurosis y ciertos rasgos que pueden no llegar a ser patológicos, pero crean una serie de insatisfacciones y situaciones de dolor, como por ejemplo, timidez, vergüenza, temores, trastornos psicosomáticos.

 

La autoestima es importante porque es nuestra manera de percibirnos y valorarnos, como así también moldea nuestras vidas. Una persona que no tiene confianza en sí misma, ni en sus propias posibilidades, puede que sea por experiencias que así se lo han hecho sentir o por mensajes de confirmación o descalificación que son trasmitidos por personas importantes en la vida de ésta, que la alientan o la denigran.

 

Otra de las causas por las cuales las personas llegan a desvalorizarse, es por la comparación con los demás, destacando de éstos las virtudes en las que son superiores, por ejemplo: sienten que no llegan a los rendimientos que otros alcanzan; creen que su existencia no tiene una finalidad, un sentido y se sienten incapaces de otorgárselo; sus seres significativos los descalifican y la existencia se reduce a la de un ser casi sin ser. No llegan a comprender que todas las personas son diferentes, únicas e irrepetibles, por lo que se consideran menos que los demás.

 

La persona, va creciendo y formando su personalidad dentro del ambiente familiar, que es el principal factor que influye en la formación de la misma, ya que le incorpora a ésta, reglas y costumbres que a veces suelen ser contraproducentes. Algunos de los aspectos ya mencionados son incorporados, a la familia, por medio del "modelo" que la sociedad nos presenta, y éste es asimilado por todos los grupos sociales. Pero, la personalidad de cada uno, no sólo se forma a través de la familia, sino también, con lo que ésta cree que los demás piensan de ella y con lo que piensa de sí misma, al salir de este ambiente y relacionarse con personas de otro grupo diferente.

 

 

Trastorno de la autoestima y del desarrollo del autoconcepto


El desarrollo del autococenpto o concepto de sí mismo es la imagen que las personas tienen de si mismas. Es lo que ellas creen acerca de quienes son: es la imagen total de sus capacidades y rasgos. Es una estructura cognoscitiva con tintes emocionales y consecuencias de comportamiento, un sistema de representaciones descriptivas y de autovaloración de si mismo, que determina cómo se sienten las personas con relación a su propio ser y qué las guía en sus acciones. El sentido de sí mismo también tiene un aspecto social: los niños incorporan en su autoimagen el creciente entendimiento que tienen de cómo los ven los demás.

 

La imagen de sí mismo entra en escena en la etapa de los primeros pasos y se aclara y asciende a medida que el individuo aumenta sus capacidades cognoscitivas y realiza las tareas  de desarrollo de la niñez, la adolescencia y luego de la edad adulta.

lunes, 10 de febrero de 2014

Influencia de la familia y la escuela en la depresión

La familia es el entorno más inmediato de cualquier niño, y en sus cuidados y atención se basa la posibilidad de supervivencia, la cual no sólo es física sino psicológica, ya que desde el nacimiento hasta los tres años, el niño desarrolla todos los elementos básicos con los que más tarde va a construir su vida futura, el lenguaje, los afectos, hábitos, motivaciones, etc.

El apego que la madre y el hijo establezcan mutuamente, constituye el vehículo de una adecuada integración social y personal – psicológica del niño. Los apegos inseguros se han relacionado con todo tipo de problemas de conducta y con depresión, así como su contraparte el apego seguro, es la meta ideal  de prevención de la aparición de depresión infantil. Del mismo modo la depresión materna aparece claramente definida como una de los factores de riesgo asociados a la aparición de depresión en un niño.

Cuando el niño crece también son indispensables para su normal desarrollo emocional las buenas relaciones con los padres. Los expertos claramente han señalado cómo las malas relaciones entre padres e hijos son la causa específica de muy diversos problemas infantiles, entre ello las depresión.

En relación con la familia, se ha estudiado que el lugar dentro del sistema fraternal que ocupa un niño lo hace más susceptible a desarrollar trastornos de tipo emocional, en especial los hermanos intermedios. Por lo que los padres han de prestar especial atención a la construcción de la autoestima adecuada y autoeficacia en el niño, así como incentivar la capacidad de afrontamiento y manejo adecuado de la frustración, a modo de prevención de la depresión en el niño.

En cuanto a la escuela, se sabe que la localización precoz de cualquier deficiencia de aprendizaje en un niño y su pronta solución para lograr una situación de progreso normal y aceptable, eliminado la posibilidad de trastornos afectivos que conlleven a la aparición de depresión en el alumno.

Muchos autores han relacionado la depresión infantil con el grado de rendimiento escolar, unas veces considerándolo como causa y otras como efecto de la depresión. De hecho un niño deprimido puede descender su ejecución en la escuela, pero también puede comenzar sus síntomas depresivos por un fracaso académico. De allí radica la importancia de una buena evaluación y seguimiento por parte del maestro para detectar estos cambios en el alumno.

A modo de conclusión, en la actualidad la existencia de la depresión infantil es un hecho comúnmente aceptado por la comunidad científica especializada, por lo que ha cobrado gran importancia su estudio y tratamiento. Algunos han llegado a denominar a la depresión como la enfermedad del siglo XXI.

Por qué se produce la depresión infantil?


Generalmente, las causas de la depresión son una combinación de factores biológicos, genéticos, ambientales y sociales, los cuales intervienen en diferentes proporciones para desatar o agudizar esta enfermedad psicológica.

 

Si bien la depresión puede desarrollarse por distintas causas, hay niños que están más expuestos a sufrirla debido al ambiente en que viven. De ese nodo, es posible que un niño desarrolle la enfermedad porque uno de los progenitores tiene depresión u otro tipo de trastorno mental, también puede ser producto de una desorganización familiar, como la separación de los padres o la muerte de un ser querido. Otros factores son situaciones escolares adversas y negativas, como ser objeto de la burla de los compañeros.

 

En la actualidad se admite la compleja interacción entre lo biológico y lo social, como base para la aparición de las conductas normales y patológicas. Pero, es necesario que se de cierta vulnerabilidad personal, familiar y ambiental para dar lugar a la aparición de una conducta depresiva. En el caso de los niños se necesita de una vulnerabilidad biológica, personal, social y demográfica.




 

sábado, 8 de febrero de 2014

Trastorno depresivo en la infancia


La infancia suele relacionarse con una etapa alegre, llena de juegos y colores, sin embargo, hay niños que viven justo lo contrario, están desganados, agresivos, y ven todo oscuro. Ello sin víctimas de depresión, una enfermedad que cada vez afecta a más personas de todas las edades y estratos sociales.

 

Durante un largo periodo, la comunidad científica por estrictas razones teóricas, sostenía que la depresión infantil no existía, coincidiendo con la poca importancia que se le dada a la salud mental de los niños. Sin embarga, en el mundo real existían niños deprimidos y algunos clínicos empezaron a revelarse contra la teoría que vetaba la posibilidad de su existencia. Esto comenzó a suceder a mediados de los años 40, en distintos campos de la psicología clínica aplicada, y comenzaron a realizarse estudios e investigaciones relacionados con la depresión infantil.

 

Sin embargo, fue realmente en los años 60, con el auge de la psicología cognitiva, que se aceptó que los niños podían experimentar depresión. Ya exactamente en el año 1975 la depresión en niños fue aceptada, como concepto y como entidad psicopatológica.

 

La depresión infantil puede definirse como una situación afectiva de tristeza mayor en intensidad y duración que ocurre en un niño o niña. Se habla de depresión mayor cuando los síntomas persisten por más de dos semanas, y se distingue el trastorno distímico que es cuando los síntomas sobrepasan el mes de duración.

 

Los expertos en el tema de depresión en niños, a través de numerosas investigaciones, han llegado a la aceptación de los siguientes síntomas y criterios para diagnosticarla:

 

  • Tristeza
  • Irritabilidad
  • Anhedonia o pérdida del placer
  • Llanto fácil
  • Falta de sentido del humor
  • Sentimientos de no ser querido por los padres o hermanos
  • Baja autoestima
  • Aislamiento social
  • Cambios en el ritmo del sueño
  • Cambios en el apetito y peso significativos
  • Hiperactividad
  • Disforia
  • Ideación o intentos suicidas

 

No se debe olvidar que cada niño es único en su forma de ser, se debe conocer muy bien al niño y saber lo que es realmente normal o anormal en su comportamiento. No hay que apresurarse a diagnosticar a todos los niños tristes con depresión, así padres y profesores deben estar atentos cuando algún niño presenta alguna de las siguientes características:

 

  • Está continuamente triste, llorando con más facilidad
  • Pierde el interés por los juegos preferidos y por la escuela
  • Se aleja de amigos y se aísla de la familia
  • Presenta un estilo comunicativo pobre
  • Se aburre y se cansa con facilidad
  • Presenta menor nivel de energía o concentración
  • Se queda irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, mostrando rabietas o pataletas con más facilidad
  • Se le nota extremadamente sensible al rechazo y al fracaso
  • Se desprecia a si mismo, lo que denota baja autoestima
  • Elige finales tristes para sus cuentos y representaciones
  • Se comporta de manera agresiva
  • Se queja constantemente de dolores de cabeza o estómago u otros
  • Duerme demasiado o muy poco
  • Come demasiado o muy poco
  • Sufre una regresión en su etapa del desarrollo
  • Habla de suicidio o ideas de muerte
  • Habla de abandonar la casa o escuela

 

En la etapa preescolar, las principales manifestaciones del trastorno se concentran en aspectos tales como persistente irritabilidad y letargo, tristeza, aislamiento social problemas para comer o dormir y retraso en su desarrollo motor o lenguaje.

 

Con niños mayores, hasta tres años, las señales para preocuparse empiezan cuando esos niños aparecen tristes o decaídos aún cuando son consolados. Pueden incluso, que se peguen desesperadamente a quien se ocupa de ellos o que dejen de comunicarse. La depresión en niños está casi siempre conectada al cambio o pérdida de una persona responsable de su cuidado, o cuando quien los cuida no es capaz de responder adecuadamente a sus necesidades.

 

Después de los 6 años, ya es posible observar otras conductas que se suman a las anteriormente mencionadas, como enuresis, u orinarse en la cama o durante el día, fobia escolar, hiperactividad o retraimiento, pérdida del interés por actividades lúdicas habituales y conducta agresiva. Después de los 9 años, pueden surgir manifestaciones como apatía, falta de concentración, sentimiento de incompetencia o baja autoestima, e incluso pensamientos recurrentes sobre la muerte o el suicidio.

 

Los síntomas deben mantenerse por lo menos durante un mes para hablar de una depresión infantil. En estos casos se recomienda llevar al niño a un especialista para que realice un diagnóstico adecuado y un tratamiento oportuno.

 

viernes, 7 de febrero de 2014

Fobias Sociales


Se refieren al miedo exagerado y persistente a actuar de un modo humillante o ante situaciones se supongan la evaluación por parte de personas que no forman parte del hogar. Ejemplos de estas situaciones son las siguientes:
 

-          Hablar en público

-          Leer en voz alta o contestar una pregunta

-          Comer y beber en público

-          Escribir en público

-          Ir a fiestas o cumpleaños

-          Usar baños públicos

-          Hablar con figuras de autoridad

-          Asistir a reuniones

-          Jugar con otros niños


Generalmente, estos niños o adolescentes temen que los demás se den cuenta de los síntomas de su ansiedad como enrojecimiento, temblor de manos y voz, agitación respiratoria, sudoración excesiva, etc., lo que a su vez genera mayor ansiedad, aumentando los síntomas principales.


Un dato interesante de considerar es que generalmente, aparece ansiedad anticipatoria y ello genera preocupaciones antes de enfrentar la situación social temida, lo que a su vez, genera ansiedad, constituyéndose un círculo vicioso que da lugar a un más rendimiento social real o subjetivo en la situación temida.


Sin embargo, la ansiedad y evitación transitoria de situaciones temidas puede ser frecuentes durante la niñez y adolescencia, y no provocan un malestar significativo que permita diagnosticar una fobia social. Así, en las personas menores de 18 años los síntomas deben persistir a los menos durante seis meses antes de ser diagnosticado.


La fobia social suele aparecer típicamente a mediados de la edad adulta, a veces con el antecedente infantil de timidez o inhibición social. Algunos individuos sitúan el inicio del cuadro al principio de la segunda infancia. La aparición del trastorno puede seguir bruscamente a una experiencia estresante o humillante, o bien puede hacerlo de forma lenta e insidiosa.


El curso de la fobia social acostumbra a ser crónico o continuo. A menudo persiste durante toda la vida, si bien a veces remite total o parcialmente en el transcurso de la edad adulta. La intensidad del trastorno y sus consecuencias en la actividad diaria del individuo dependen principalmente de los acontecimientos vitales estresantes y de las exigencias sociales del lugar o la profesión.


Por ejemplo, la fobia social puede disminuir cuando el individuo que siente temor por las citas con las chicas logra casarse y volver a aparecer con toda su intensidad si aquél se queda viudo. A veces la fobia social aparece por primera vez cuando el individuo obtiene un ascenso en el trabajo que le obliga, por ejemplo, a hablar a menudo ante el público, cuando nunca antes se había visto en la necesidad de tener que hacerlo.