miércoles, 22 de julio de 2009

Reflexiones acerca de la Intersubjetividad

El psicoanálisis no es posible entenderlo como una ciencia que investiga lo intrapsíquico en forma exclusiva, sino que lo podemos entender como una puesta en escena de un interjuego entre dos personas, el analista y el analizado, ambos con sus propios mundos subjetivos en una dinámica relacional particular, a este fenómeno le podemos llamar intersubjetividad.

Es así como entendemos también que el inconsciente es una estructura dinámica que en interacción recíproca con otros, necesariamente recibe la influencia de elementos conscientes e inconscientes de la persona que se tiene al frente, configurándose entonces, una relación única y singular que a la vez trasciende a los mismos participantes.

De este modo el psicoanálisis puede y debe pretender el desarrollo de una serie de condiciones que faciliten el despliegue de la estructura subjetiva del analizado, con todos los fenómenos que existen en ella, en complemento con la apertura mental del mundo subjetivo del analista. Si consideramos el punto de vista descrito anteriormente tendremos un escenario interpersonal que permitirá y limitará las experiencias subjetivas de ambas individualidades, en pos de un análisis adecuado que permite la elaboración de los conflictos que hacen consultar.

El analista y su propia estructura subjetiva aportan al analizado nuevas experiencias que permiten redefinir traumas, conflictos, relaciones problemáticas, etc. De este modo el analista no puede alienarse en su sillón y pretender la objetividad máxima, lo cual no sólo resulta complejo, sino inviable, por cuanto el rol que juega, las intervenciones, comentarios e interpretaciones de algún modo contienen esa estructura subjetiva y se manifiestan en la acción terapéutica, ello sin caer en una interferencia de las configuraciones psicológicas de la vida subjetiva del analizado.

En esta relación intersubjetiva se reeditan relaciones tempranas y conflictos actuales, de una forma singular y especial, que resultan útiles para el proceso terapéutico del analizado, permitiendo el desarrollo de nuevas expresiones de elementos subjetivos y experiencias reprimidas y no actualizadas en una díada que acepta y contiene la estructura patológica que se trae a sesión.

Esta díada contendrá elementos subjetivos del analista, elementos subjetivos del analizado, pero más importante aún elementos subjetivos que se construyen a partir de la relación entre ambos, como un tercer elemento a considerar dentro de un proceso terapéutico adecuado, este tercer elemento debe ser objeto de estudio y análisis dentro de las sesiones.
Esta relación intersubjetiva que es irrepetible y que se encuentra definida por los participantes del análisis, es nueva en cuanto es el encuentro de dos inconscientes, pero a la vez es tan especial que permite la actualización de fenómenos pasados, en especial los del analizado, permitiendo que afloren dichos conflictos para su interpretación.

Es muy importante dentro de este planteamiento la comprensión de este interjuego de subjetividades, puesto que el analista en forma consciente se expone a los fenómenos de la mente del analizado, construyendo un espacio nuevo donde se hacen presentes las proyecciones del paciente. El analista así utiliza los elementos que emergen en ayuda de la coherencia de las experiencias internas de aquel que tiene al frente, transformándola en forma creativa.

Dado lo anterior, cabe preguntarse entonces por la neutralidad que debería mantener un analista. Como respuesta posible podemos evocar a Freud (1912, 1913) quien plantea que en el inconsciente de cada persona hay instrumentos que permiten la interpretación del inconsciente del otro, en este sentido el inconsciente personal está de forma inevitable implicado en la aprehensión del inconsciente de otras personas, por ello necesitamos hacer uso de nuestro mundo subjetivo, poniéndolo al servicio del análisis y del analizado, permitiendo de este modo la emergencia de elementos transferenciales y contratransferenciales que resultan necesarios dentro de la acción terapéutica, facilitando además su interpretación y resolución.

Dicho en otras palabras la neutralidad, en un sentido moderno, y el uso de la intersubjetividad en un análisis no son puntos que se contradicen, sino elementos que debemos considerar tener presentes para enfrentar de un modo adecuado a nuestro analizado, permitiendo y fomentando en muchos casos su emergencia.

Un colega me planteaba el siguiente caso, una madre de un niño de cinco años le planteó estar muy preocupada pues su hijo decía estar viendo a personas, ella tras conversarlo con su hijo y por las características de las personas que dice ver concluye que son personas que han fallecido en la familia tiempo atrás. El psicólogo luego de varias entrevistas y del análisis del material del psicodiagnóstico concluye que el niño no presenta patología alguna, cognitiva, afectiva o del desarrollo de su estructura mental, del mismo modo descarta otras patologías relacionadas al ambiente familiar.

Entonces el psicólogo se pregunta desde su mundo subjetivo si esa “realidad” interna del niño existe. Es así como podría concluir que no existe y que el niño presenta algún tipo de alteración perceptual. Sin embargo, si seguimos la línea de reflexión expuesta en este ensayo podemos decir que el niño presenta al analista una experiencia subjetiva, particular, especial y única. Tal experiencia debe ser respetada, contenida y analizada tal como se presenta, de ese modo ambos, el analista y el niño, desarrollan un espacio intersubjetivo donde es posible la exploración del aparato mental del paciente en una relación diádica nueva y particular, permitiendo el análisis y la futura resolución de los conflictos que surgen.

lunes, 6 de julio de 2009

Pauta general para padres

Es muy importante para los hijos, que sus padres se comprometan en sus esfuerzos por adecuarse y portarse bien, para sentirse apoyados en sus dificultades.

Estas son algunas recomendaciones generales, que aportan una guía flexible para enfrentar el comportamiento que consideramos negativo en nuestros hijos, sin embargo, debemos considerar la unicidad de los menores y observar siempre si existe algún otro problema que pueda estar afectando su conducta.


& No le llame la atención por su comportamiento impulsivo, irreflexivo o por causar desorden mientras juega, sólo preocúpese si corre verdadero peligro él u otros niños. Cuando haya terminado de jugar enséñele a ordenar él mismo, ayúdelo y refuércelo en esta conducta.

& Si por alguna razón debe retarlo, hágalo en forma calmada, firme y con cariño, sin perder la paciencia, haciéndole saber que ud. tiene el control de la situación, debe explicarle porqué está molesto y porqué lo reta, no decirle frases que lo confundan (por ejemplo: ¿a caso no piensas hacer tu cama?, ¿no crees que ya es tiempo de ir a ducharte?). No es útil pegarle, es preferible un castigo que de antemano han acordado juntos.

& Permita el ejercicio y actividades al aire libre, juegue con él y disfrute a su hijo.

& Enséñele actividades propias del hogar y que él pueda realizar de acuerdo a su edad, cuando lo haga elogie su conducta (por ejemplo, ordenar, hacer la cama, ducharse solo, dormir a la hora propuesta, etc), también refuerce sus conductas apropiadas, como cooperar, terminar su almuerzo solo, jugar sin pelear, etc.


& Los premios pueden ser felicitaciones, prestarle atención inmediata, demostrarle cariño, acceder a sus peticiones si son pertinentes, compensarlo con algo material pequeño, como dulces, stickers, etc.

& Converse frecuentemente con su hijo, escúchelo y háblele, explique sus sentimientos cuando hace algo poco adecuado, propóngale otras conductas alternativas.