Las principales
características de este trastorno vienen determinadas por una serie de
situaciones caracterizadas por una falta evidente de cooperación, desafío y
comportamiento hostil hacia todo aquello que indique autoridad. Las formas más
frecuentes de manifestarse, según se recoge en las clasificaciones actualmente
operativas: CIE-10, DSM-III-R y DSM-IV, son las siguientes:
Se enfadan con
relativa frecuencia, se encoleriza. Es muy habitual en ellos las rabietas de
todo tipo; pierden con facilidad la paciencia.
Discuten
continuamente con los adultos.
Desafían las
reglas de los adultos, por ejemplo, negarse a realizar las tareas.
Son provocadores
Son niños que
intentan en todo momento molestar y fastidiar de una manera deliberada a las
personas que les rodean.
Culpan y
reprochan a los demás de sus propios errores.
Suelen estar
coléricos y resentidos con todo lo que les rodea. Se molestan con facilidad y
son quisquillosos e irritables
Son mentirosos e
incumplidores.
En ocasiones,
los niños pueden presentar unos síntomas parecidos a los que caracterizan este
trastorno, pero que son pasajeros y propios de la edad. Los padres y profesores
tendrán que estar atentos a estas diferencias, ya que para que se pueda hablar
de trastorno estos síntomas se deben presentar con una gran frecuencia, además
de interferir en el aprendizaje, la adaptación en la escuela y, algunas veces,
con las relaciones personales del adolescente.
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