sábado, 19 de julio de 2014

Trastorno de Asperger



“Como cada mañana, Javier desayunaba un tazón de leche con sus cereales favoritos, mostrándose ajeno a los horarios que rigen la dinámica familia. A pesar de tener siete años, su madre tenía que ayudarle a vestirse y como en tantas otras ocasiones, ese día tampoco pudo ponerle la ropa nueva que le habían regalado sus abuelos. Su madre tenía que lavar toda la ropa nueva con un determinado suavizante para que Javier aceptase estrenar algo. Cada día Javier se levantaba angustiado preguntando por el día concreto de la semana, el mes y el número. Todas las mañanas preguntaba lo mismo y a continuación necesitaba saber si ese día tenía que ir o no al colegio. A pesar de que Javier comenzó a hablar algo más tarde que otros niños, ahora no paraba de hablar. Su lenguaje era muy correcto aunque siempre solía hablar de su tema preferido, los dinosaurios, y era muy difícil cambiar el tema de conversación. Resultaba complicado que Javier utilizase su excelente lenguaje para compartir con su familia las cosas que le ocurrían en el colegio o las cosas que le preocupaban. Parecía no sentir la necesidad de compartir experiencias o sentimientos con la gente que le rodeaba.

 

Era un niño muy inteligente, aprendió a leer solo y le encantaba leer libros de dinosaurios. No le interesaban los juegos típicos de los niños de su edad y pasaba la mayor parte de su tiempo desmontando juguetes electrónicos y volviéndolos a montar. No parecía estar interesado por jugar con aquellas máquinas sino que le fascinaba conocer cómo estaban hechas y cuál era el mecanismo que las hacía funcionar. Cuando lo averiguaba, colocaba el juguete en su estantería y no volvía a tocarlo, tampoco dejaba que su hermano pequeño tocase ninguno de sus juguetes. Tenía un mundo muy personal y resultaba difícil que lo compartiera con otros niños. En el colegio su profesora ya había mostrado preocupación por Javier. A pesar de su inteligencia, no tenía ningún interés por las tareas escolares y su rendimiento académico no era el esperado. En el patio siempre estaba solo y cuando ocasionalmente intentaba incorporarse al juego de sus compañeros, su manera de actuar era tan “torpe” e ingenua que provocaba risas y burlas por parte de los otros niños. Aunque Javier no era un niño agresivo, en algunas situaciones mostraba fuertes rabietas y conductas inadecuadas como tirar objetos o gritar. Especialmente difícil era la clase de Educación Física, en la que Javier mostraba altos niveles de ansiedad, dificultad para seguir las normas y escasa comprensión de las reglas básicas que rigen los juegos y deportes de equipo. Si se le forzaba a participar en estas actividades, sistemáticamente aparecían fuertes enfados y marcado oposicionismo.

 

Aunque los padres de Javier ya le describían como un niño peculiar antes de cumplir los 4 años, no empezaron a alarmarse hasta el momento en que el niño se incorporó al colegio. Las grandes dificultades para relacionarse con los compañeros, los problemas atencionales dentro del aula y el bajo rendimiento escolar fueron, entre otros, los motivos que impulsaron a los padres a buscar ayuda. Después de varias consultas a distintos profesionales del ámbito de la educación, la medicina y la psicología, y tras recibir diagnósticos tan dispares como déficit de atención e hiperactividad, o trastorno emocional y de conducta, finalmente informaron a la familia de que Javier presentaba Síndrome de Asperger”.

Rasgos significativos a ser identificados en el Trastorno Autista por edad


A los 6 meses: existe un llanto difícil de interpretar por la madre, menos activo y exigentes que un niño normal, algunos son extremadamente irritables, contacto ocular muy pobre, no hay respuestas anticipatorias.

 

Alos 8 meses: balbuceos limitados e inusuales, no imitan sonidos, gestos ni expresiones, dificultades para poderlos consolar y tranquilizar, algunos son extremadamente solitarios y presentan un rechazo activo al contacto, movimientos repetitivos.

 

Al año: pueden aparecer pueden aparecer las primeras palabras, pero no son usadas con sentido, llantos muy fuertes y frecuentes además de difíciles de interpretar, cuando empiezan a andar, decrece su sociabilidad, no presentan ansiedad separación como periodo normal.

 

A los dos años: emiten menos de 15 palabras, además se presentan de manera aislada, no hay desarrollo del gesto comunicativo, pueden diferenciar a sus padres del resto de las personas, dan pocas señales de afecto, son indiferentes a las muestras de afecto de los adultos, pueden desarrollar miedos intensos, prefieren estar solos, muestran poca curiosidad para explorar el mundo que les rodea, hacen unos anormal de los juguetes.

 

A los 3 años: se da una combinación extraña de palabras, pueden repetir frases, pero no hay un lenguaje creativo, entonación y ritmo extraños, usan al adulto para obtener lo que quieren, no aceptan a los otros niños, irritabilidad excesiva, no entienden el significado de los castigos, muerden los juguetes, no hay juego simbólico, movimientos repetitivos, fascinación visual por objetos luminosos, pueden mostrar una relativa habilidad en los juegos de manipulación.

 

Desde los 3 a los 6 años: algunos logran combinar dos o tres palabras de manera creativa, ecolalia (repetición de sonidos o palabras escuchadas), imitación de anuncios televisivos, no entienden ni expresan concepto abstractos, no pueden mantener una conversación, hacen uso incorrecto de los pronombres (ella, él, esto, ninguno), rara vez hacen preguntas, persiste el uso anormal de la palabra, incapaces de usar y comprender gestos, vocabulario conductual, no usan la mirada para comunicar, no entienden el rol en los juegos, hacia los 6 años suelen ser más sociables, falta de sentimiento de vergüenza, falta del sentido de propiedad, no son competitivos, no presentan autodefensa, intolerancia a la frustración, manipulan el ambiente, usan a las personas de su entorno, incapacidad de compartir afectivamente situaciones, conducta espontánea rígida y limitada, no tienen juego simbólico o es muy limitado, pautas de imitación limitadas, esconden habilidades y conocimientos.

Adolescencia y edad adulta: pueden  presentar conductas sociales negativas, no son aceptados por sus compañeros de la misma edad y sin el trastorno, vulnerabilidad a presentar sintomatología depresiva, deterioro de las habilidades antes adquiridas, hiperactividad, conductas agresivas y destructivas, aumentan las conductas sin sentido y la incapacidad para aceptar cambios en las rutinas, algunos presentan crisis epilépticas.