La infancia suele relacionarse con una etapa alegre, llena de
juegos y colores, sin embargo, hay niños que viven justo lo contrario, están
desganados, agresivos, y ven todo oscuro. Ello sin víctimas de depresión, una
enfermedad que cada vez afecta a más personas de todas las edades y estratos
sociales.
Durante un largo periodo, la comunidad científica por estrictas
razones teóricas, sostenía que la depresión infantil no existía, coincidiendo
con la poca importancia que se le dada a la salud mental de los niños. Sin
embarga, en el mundo real existían niños deprimidos y algunos clínicos
empezaron a revelarse contra la teoría que vetaba la posibilidad de su
existencia. Esto comenzó a suceder a mediados de los años 40, en distintos
campos de la psicología clínica aplicada, y comenzaron a realizarse estudios e
investigaciones relacionados con la depresión infantil.
Sin embargo, fue realmente en los años 60, con el auge de la
psicología cognitiva, que se aceptó que los niños podían experimentar
depresión. Ya exactamente en el año 1975 la depresión en niños fue aceptada,
como concepto y como entidad psicopatológica.
La depresión infantil puede definirse como una situación afectiva
de tristeza mayor en intensidad y duración que ocurre en un niño o niña. Se
habla de depresión mayor cuando los síntomas persisten por más de dos semanas,
y se distingue el trastorno distímico que es cuando los síntomas sobrepasan el
mes de duración.
Los expertos en el tema de depresión en niños, a través de
numerosas investigaciones, han llegado a la aceptación de los siguientes
síntomas y criterios para diagnosticarla:
- Tristeza
- Irritabilidad
- Anhedonia o pérdida del placer
- Llanto fácil
- Falta de sentido del humor
- Sentimientos de no ser querido por los padres o hermanos
- Baja autoestima
- Aislamiento social
- Cambios en el ritmo del sueño
- Cambios en el apetito y peso significativos
- Hiperactividad
- Disforia
- Ideación o intentos suicidas
No se debe olvidar que cada niño es único en su forma de ser, se
debe conocer muy bien al niño y saber lo que es realmente normal o anormal en
su comportamiento. No hay que apresurarse a diagnosticar a todos los niños
tristes con depresión, así padres y profesores deben estar atentos cuando algún
niño presenta alguna de las siguientes características:
- Está continuamente triste, llorando con más facilidad
- Pierde el interés por los juegos preferidos y por la escuela
- Se aleja de amigos y se aísla de la familia
- Presenta un estilo comunicativo pobre
- Se aburre y se cansa con facilidad
- Presenta menor nivel de energía o concentración
- Se queda irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, mostrando rabietas o pataletas con más facilidad
- Se le nota extremadamente sensible al rechazo y al fracaso
- Se desprecia a si mismo, lo que denota baja autoestima
- Elige finales tristes para sus cuentos y representaciones
- Se comporta de manera agresiva
- Se queja constantemente de dolores de cabeza o estómago u otros
- Duerme demasiado o muy poco
- Come demasiado o muy poco
- Sufre una regresión en su etapa del desarrollo
- Habla de suicidio o ideas de muerte
- Habla de abandonar la casa o escuela
En la etapa preescolar, las principales manifestaciones del
trastorno se concentran en aspectos tales como persistente irritabilidad y
letargo, tristeza, aislamiento social problemas para comer o dormir y retraso
en su desarrollo motor o lenguaje.
Con niños mayores, hasta tres años, las señales para preocuparse
empiezan cuando esos niños aparecen tristes o decaídos aún cuando son
consolados. Pueden incluso, que se peguen desesperadamente a quien se ocupa de
ellos o que dejen de comunicarse. La depresión en niños está casi siempre
conectada al cambio o pérdida de una persona responsable de su cuidado, o
cuando quien los cuida no es capaz de responder adecuadamente a sus
necesidades.
Después de los 6 años, ya es posible observar otras conductas que
se suman a las anteriormente mencionadas, como enuresis, u orinarse en la cama
o durante el día, fobia escolar, hiperactividad o retraimiento, pérdida del
interés por actividades lúdicas habituales y conducta agresiva. Después de los
9 años, pueden surgir manifestaciones como apatía, falta de concentración,
sentimiento de incompetencia o baja autoestima, e incluso pensamientos
recurrentes sobre la muerte o el suicidio.
Los síntomas deben mantenerse por lo menos durante un mes para
hablar de una depresión infantil. En estos casos se recomienda llevar al niño a
un especialista para que realice un diagnóstico adecuado y un tratamiento
oportuno.
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