El segundo gran
tema a tratar dentro de este punto es la agresividad, las conductas evasivas y
las conductas perturbadoras, las cuales se pueden reunir bajo el término de violencia
en los niños y jóvenes, los cuales se muestran como desadaptados al medio
escolar.
La violencia se
puede definir como una acción intencional del uso de la fuerza o del poder y
por la cual una o más personas, producen daño físico, mental, sexual o en su
libertad de movimiento o la muerte a otra u otras personas, o a sí mismas con
un fin predeterminado.
Así, se
distinguen tres componentes básicos:
- La generación
de un daño
- El fin
perseguido, en el que subyace el ejercicio de alguna forma de poder, bien sea a
nivel del hogar, público o de grupo.
Por otro lado,
tenemos las conductas de desadaptación social, las cuales difieren en grado de
las conductas violentas, antes descritas. Los niños que presentan problemas
serios en sus relaciones con sus compañeros no sólo se van a ver privados de
ocasiones únicas de aprendizaje de un número importante de habilidades para las
relaciones interpersonales, sino que, muy posiblemente, presentan un alto
riesgo de manifestar desadaptación en el futuro, llegando a manifestar
distintas alteraciones conductuales violentas.
El grado de
adaptación de un niño o niña es un factor protector de futuras alteraciones
conductuales, por lo tanto, los profesores deben estar atentos a las señales
sutiles que presentan los menores y que puedan dar datos de una posible
deficiencia social.
No existe un
criterio para definir unas relaciones pobres o deficitarias con los pares, e
identificar a los niños que lo experimentan. La definición de unas malas
relaciones sociales con los pares incluyen una interacción muy escasa,
centrándose en la conexión que aparece entre inadaptación posterior y agresión
y /o patrones de conducta antisocial temprana de los niños; otras definiciones
se centran en la pasividad y ausencia de una adecuada asertividad en el niño.
Así, existen
distintas acepciones de acuerdo al criterio que tengamos para evaluar la
desadaptación:
1. Definición
basada en la aceptación de los pares: se basa en índices sociométrico de
aceptación o popularidad. Un niño disfrutaría de unas buenas relaciones con sus
compañeros cuando es aceptado por ellos. El problema de esta definición es que
no capta las conductas concretas que hacen que el niño sea rechazado.
2. Definición
conductual: esto hace referencia a que unas relaciones sociales con los pares
positivas y adecuadas se dan si el niño emite conductas específicas a la
situación que aumentan la posibilidad de refuerzo, disminuyendo la probabilidad
de castigo. El problema de esta definición es que no se describen cuáles son
las conductas hábiles y cuáles son desadaptadas.
3. Definición de
validez social: según esto, las relaciones sociales con los pares serían buenas
si en una situación dada se emiten las conductas que predicen resultados
importantes para los niños, como son la aprobación de otros niños, aprobación
de los adultos, etc.
4. Definición
basada en el juicio de los adultos: la forma más común de identificar las
relaciones sociales en la infancia es el
informe directo del adulto a cargo del niño, como padres y profesores, y es
cuando buscan ayuda profesional que se manifestaría una mala relación social
con otros.
5. Definición
desde el punto de vista de los propios niños: hay quienes opinan que los pares
dan el mejor indicador de la conducta social de otro niño, ya que reporta
experiencias personales directas en el trato cotidiano. Asimismo el auto
reporte es un buen indicador de los niveles de conducta social, como son los
reportes del grado de ansiedad frente a una relación interpersonal, niveles de
soledad, niveles de auto eficacia, etc.
Los niños y
adolescentes agresivos, presentan un grado de desadaptación social grave o
severo. Existe por un lado una
inadaptación social y por otro conducta agresiva y patrones de conducta
antisocial.
Si se considera
que una conducta es socialmente competente si alcanza sus objetivos de un modo
adecuado, se puede decir que tanto los niño pasivos y retraídos muestran
conducta poco o nada efectivas, los agresivos muestran conductas que pueden ser
muy efectivas, pero casi nunca apropiadas. El comportamiento agresivo hace uso
de la fuerza física, sociológica o emocional y conduce a la violación de los
derechos y sentimientos de los demás.
En general, los
niños agresivos tienden a presentar una amplia gama de problemas que incluyen
disfunción familiar, dificultades de aprendizaje serias y unas malas relaciones
sociales. No son menos populares sino que muestran alta incidencia de fracaso
escolar y abandono prematuro de la escuela, provocan la contra agresión y el
rechazo de sus pares, y, sin un tratamiento de por medio, van a tener de
adultos problemas de adaptación que pueden ser graves como delincuencia
juvenil, conducta antisocial, problemas psicológicos, abuso y adicción a
drogas, etc.
No es de
extrañar que en muchas ocasiones sean identificados como niños con trastorno
disocial, puesto que la principal dificultad con los iguales en este trastorno
es la agresividad. La conducta agresiva va unida al rechazo social, cuestión
que parece no dejar lugar a dudas.
El proceso de
socialización parece estar gravemente dificultado para estos niños agresivos.
Existe evidencia de que el rechazo social a que se ven sometidos los niños
agresivos puede tener un papel causal en el desarrollo del trastorno disocial.
El niño agredido tiende a evitar al niño agresivo. Eso a la larga llevará a
cierto aislamiento auto impuesto, privándole de la oportunidad de interactuar
con niños socialmente competente y aprender así formas correctas y apropiadas
de comportarse y de controlar sus impulsos agresivos.
Por otro lado,
cuando los niños agresivos son rechazados por el grupo mayoritario de
compañeros, tienden a asociarse con otros niños igualmente agresivos y
rechazados. Ello supone la exposición a modelos de más conductas agresivas y
desviadas, y como se dijo, restringe las oportunidades de interactuar con
modelos competente, estableciéndose un círculo vicioso.