La
personalidad como concepto la entendemos como una organización dinámica de los
sistemas biológicos, psicológicos y sociales que van a determinar el modo de
relación de una persona con su ambiente, incluyendo las experiencias subjetivas
de aquellas interacciones. Así la personalidad tiene una función adaptativa,
entre las necesidades internas y las exigencias del mundo externo.
Un
desarrollo normal o un desarrollo perturbado de la personalidad de un sujeto es
el resultado de la interacción de múltiples factores (como decíamos biológicos
y psicosociales), que actúan como predisponentes, facilitadotes, mantenedores o
precipitantes de la patología.
La
personalidad se organiza muy tempranamente en el desarrollo de una persona, y
se expresa en un estilo particular de ser, con un pensamiento, conducta y
adaptación distintiva. Los factores que influyen en la organización de la
personalidad son los siguientes:
Factores
biológicos:
Los
factores biológicos incluyen las características genéticas, componentes
congénitos y los adquiridos al momento del nacimiento que interactúan entre sí,
conformando la base biológica de la personalidad. Los componentes genéticos
permiten el aprendizaje, el pensamiento, expresión de emociones, etc. Y por
ende difieren de una persona a otra, persistiendo desde los primeros días de
nacido y sólo sufriendo pequeños cambios.
Factores psicosociales:
Entre
estos se encuentran los factores afectivos, que incluyen desde las experiencias
tempranas de vínculo y apego, hasta los sucesos vitales normativos de la
infancia y adolescencia. Se ha descrito ampliamente la importancia del vínculo
y apego para el normal desarrollo de la personalidad de un sujeto,
concluyéndose que la ausencia del vínculo o una interrupción brusca antes de
los 6 o 7 años produce severas alteraciones en el plano emocional,
manifestándose frecuentemente en dificultades en la capacidad de establecer
relaciones afectivas adultas. Del mismo modo se establece que la relación más
importante es con la madre si existe ausencia del padre, en caso contrario el
padre debe apoyarla y más tarde fomentar la relación del hijo con el mundo
exterior.
Los
factores cognitivos abarcan desde el esquema sensorio- motriz hasta el
pensamiento hipotético, pasando por la toma de conciencia de la propia persona,
adquisición de una visión del mundo, habilidades de resolución de problemas,
etc. El logro de la última etapa del pensamiento no asegura un desarrollo
óptimo de la personalidad, sino que es un factor que facilita la comprensión y
elaboración de los sucesos vitales, convirtiéndose así en un elemento protector
frente a hechos adversos de la vida de la persona.
Los
sucesos vitales se relacionan con los procedimientos normativos característicos
del desarrollo de una persona, como el ingreso al jardín y a la escuela, el
nacimiento de un hermano; y los sucesos no normativos que resultan ser
inesperados, como la muerte de uno de los padres, separación de los padres,
enfermedad crónica de un miembro de la familia, abuso sexual y violencia
intrafamiliar. Cuando alguno de estos hechos acontecen en la vida de un niño
pueden o no ser elaborados e incorporados en la experiencia individual y por ende
en la propia personalidad, dependiendo de la etapa del desarrollo en que
ocurran, las redes de apoyo familiar y de salud y los recursos psicológicos del
menor, será la resolución final, pudiendo dañar significativamente el
desarrollo de la personalidad.
Dentro
de los factores sociales se encuentran la configuración familiar, las
experiencias escolares y sociales, sistemas que interactúan entre sí, pudiendo
favorecer, retardar o distorsionar el normal curso de desarrollo de la
personalidad.
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