Este
tipo de estrés surge inmediatamente después de ocurrido del evento traumático
hasta algunas semanas después. Se caracteriza por sentimientos de miedo intenso
y desamparo, junto a los siguientes síntomas:
• Sintomatología disociativa: (Disociación:
Alteración de las funciones normalmente integradas de conciencia, memoria,
identidad, o percepción del ambiente, ciertos comportamientos o pensamientos
pierden la relación normal con el resto de la personalidad y actúan de una
manera autónoma. El trastorno puede ser repentino o gradual, transitorio o
crónico.) donde destacan cierta insensibilidad, separación afectiva de personas
significativas o ausencia de reacción emocional, amnesia de ciertos hechos del
trauma, etc.
• Síntomas de ansiedad: dificultad para
dormir, pesadillas, inapetencia o exceso de apetito, irritabilidad, inquietud
en la conducta, miedo, etc.
• Revivir el suceso traumático: flashback
visuales u olfativos.
• Evitación del recuerdo traumático: se
evitan aquellos estímulos que se encuentran asociados al trauma, desde
pensamientos, conversaciones hasta lugares o personas.
La
diferencia fundamental del trastorno por estrés agudo con el estrés
postraumático es que en el primero los síntomas no persisten por más de un mes,
por ello suelen ser mucho más agudos e intensos, en el segundo, los síntomas se
prolongan por más tiempo, llevando a desarrollar más alteraciones a nivel
físico.
En
general en el estrés en niños y adolescentes aparece un miedo intenso, con
frecuencia difuso, pero que puede volverse crónico fácilmente, en especial en
niños pequeños y que interfiere en todas las áreas de su desarrollo,
especialmente en el ámbito escolar y social.
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