El
desarrollo de la identidad sexual puede sufrir perturbaciones, las que pueden
expresarse clínicamente según la etapa evolutiva, ellos son:
1. Asunción de características del sexo
opuesto: se expresa en el deseo de ser o pertenecer al sexo opuesto, o bien
asumir conductas típicas del otro sexo. Por ejemplo: en niños, la preferencia
de vestir con ropas femeninas, usan toallas, delantales o pañuelos para similar
faldas o pelo largo; dibujan niñas o princesas; prefieren ídolos femeninos de
la televisión o música y las imitan; usan muñecas para desempeñar juegos que
representan papeles de crianza, como peinar, comer, amamantarlas, vestirlas,
etc. En las niñas, se observa insistencia en usar sólo ropa masculina,
preferencia por juegos bruscos y de compañeros de juegos varones.
2. Malestar persistente con el sexo asignado:
se define por el rechazo a sus propios genitales y otros caracteres sexuales
secundarios.
3. No desarrollar conductas que se consideran
típicas del sexo biológico: esto es más propio de los varones, se manifiesta en
un rechazo por juegos bruscos, desinterés por el deporte, excesivo interés por
actividades pasivas y dificultades al momento de integrar un grupo de pares
masculino.
Cuando
en un niño se expresan varias de estas conductas persistentes en el tiempo, las
posibilidades de presentar alteraciones en la orientación sexual adulta son
casi una regla. Los trastornos del desarrollo de la identidad sexual se inician
en los años preescolares, incluso de han descrito casos de niños con dos años,
sin embargo ya a partir de los cinco años el 90% de los niños con el trastorno
manifiestan las características de uno u otro modo.
Los
trastornos de identidad sexual se caracterizan por la existencia de una
incongruencia entre el sexo anatómico del individuo y su propia identidad de
género, entendida ésta como la propia percepción o conciencia de ser hombre o
mujer.
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