sábado, 12 de abril de 2014

Trastorno disocial en la sala de clases


El trastorno disocial ya nos indica que por los comportamientos que esta teniendo el menor, lo en un principio fue un trastorno de conducta paso a un trastorno oposicionista desafiante y a ahora se ha tornado en un a dificultad mayor. Cuando notemos que los comportamientos de nuestro alumno se enmarquen  en la conductas o características de este trastorno, lo que podemos hacer como profesores es relativamente escaso, no podemos hacer frente a esto solos, y muchas veces los padres ya se han visto superados.

Muchas veces estos menores ya tienen problemas en distintos contextos, sea en el colegio, o en la casa, con amigos y preferentemente con la autoridad. La mayoría ya está en situación de ser suspendidos o expulsados o con una historia de comportamientos inadecuados.

Estos menores están en una línea de riesgo, ya que están a punto de ser “abandonados por el sistema”, ya nadie sabe que hacer con ellos. El profesor deberá atender a esto, informando a los padres para que tomen cartas en el asunto y le den la ayuda profesional necesaria y deberán comprometerse todas las personas que rodeen al menor.

En primer lugar, hay que seguir las indicaciones das anteriormente, como por ejemplo, no entrar en la dinámica del menor y mantener un comportamiento docente comprometido y controlado. Estos menores generan sensaciones de rabia, de molestia y “ganas de retarlos o reprenderlos”, esto sólo nos indica el grado de trastorno que presenta el menor, si nos enganchamos con esto y actuamos emocionalmente daremos señales de perder el control de la situación. Es importante que el profesor siempre esté informado respecto de la naturaleza de los problemas de sus alumnos para que su visión abarque un campo de visión mayor y reconozca que tras un comportamiento perturbador hay un origen profundo.

No es nada sencillo interactuar con un menor que tenga este tipo de comportamientos, generalmente no responden a nuestros avances y generan sensaciones de impotencia. Por lo tanto lo que nos queda por hacer es:

Reconocer las dificultades del menor y el origen de sus problemas

No engancharnos con su dinámica de comportamiento

Ser concientes de los que nos provoca emocionalmente y profesionalmente el menor y usar esto como indicaciones útiles para ser utilizadas en beneficio del alumno

No desafiarlo, porque el alumno rápidamente aceptara el desafió, por ejemplo, no lo hagas o te saco de la sala, y el alumno dice ¡sáqueme, me da lo mismo¡

Mantener una actitud ecuánime frente a sus comportamientos

Activar los mecanismos de ayuda del establecimiento escolar (generalmente escasos)

Nunca se olvide de mantener una actitud de respeto al alumno y de buena voluntad hacia él

Informar a los padres e involúcralos

No actuar solos, sino colaborativamente con los profesores o estructuras escolares asociadas (UTP, Orientación, por ejemplo).

Buscar ayuda y asesoramiento profesional.

*Generalmente estos menores ya están con problemas de malas juntas o han agotado todas las instancias de ayuda. Pero aún así siempre mantengamos la actitud de ayuda hacia el alumno, ya que estos alumnos tienen en su repertorio historias reiteradas de rechazo y de abandono.

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