Es frecuente que
un niño sobre adaptado presenta somatizaciones de todo tipo. Se describen a
estos niños como por circunstancias atinentes a su desarrollo, se les ha
exigido comportarse de una manera “correcta” frente a situaciones y personas
estresantes, separándose la emoción que verdaderamente siente el menor, de lo
que le dicen que debe sentir. Así su conducta se caracteriza por este “deber
ser”, más que por la libertar de expresión del propio niño.
Se plantea que
estamos ante niños que tienen un desarrollo marcado por la precocidad, se han
saltado etapas, en una huida hacia la adultez (obviamente pseudo-adultez). En
este salto habrían quedado "huecos de simbolización" que representan
el costo de tal "desarrollo apurado".
La adaptación
precoz, pero sólo formal, a las exigencias de la realidad ubica a estos niños,
ante los ojos de los demás, como paradigmas de capacidad y eficiencia. Son
menores que se han sobredesarrollado en aspectos relativos a la adaptación a la
realidad externa a costa de su propia realidad interna: sobresalen y son talentosos
al operar con las reglas de la materialidad de los objetos, pero fracasan al
ser confrontados con situaciones en que la adaptación implique percibir y
responder a las reglas de relación con objetos humanos, con sus matices,
cualidades y necesidades emocionales.
Esta
sobreadaptación también se manifiesta en un funcionamiento corporal (ciclos
sueño-vigilia, apetito-saciedad, activación-reposo, menstrual, etc.) en el que
sobresale una regularidad que inclusive puede llegar a la rigidez (personas que
no se enferman, no se cansan, tienen ciclos menstruales de duración exacta,
etc.). Tal regularidad sustentaría la sobresaliente capacidad y eficiencia
laboral o académica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario