Para referirse a
las psicosis infantiles se han empleado distintos términos y modalidades, tales
como pseudo psicosis, psicosis incipiente o psicosis borderline, abarcando con
ellos una amplia gama de enfermedades mentales. Esta variedad de términos
denota el desconocimiento que sobre la psicosis y, en particular, sobre la
esquizofrenia, ha existido hasta épocas recientes.
La concepción
actual de los trastornos psicóticos ha permitido aclarar las diferencias
existentes entre las distintas tipologías del trastorno, lo cual ha facilitado
su comprensión y la ampliación de los conocimientos sobre su etiología,
características, curso, pronóstico y tratamiento.
Así las
clasificaciones más recientes acerca de las psicosis infantiles y juveniles
hablan del trastorno esquizofrénico en niños y adolescentes.
Teniendo en
cuenta la diversidad de modelos teóricos que explican la enfermedad desde sus
orígenes, resulta complicado intentar explicar sus causas, partiendo de la base
de que ésta no se podrá explicar por una única causa.
Existen varias
hipótesis biológicas, las cuales han llegado a la conclusión de que los niños
esquizofrénicos presentan una disfunción del sistema nervioso, incluyendo
retardo motor, problemas de coordinación, desviaciones preceptúales y otros
signos neurológicos débiles. La presencia de pensamiento desordenado es propia
de muchos trastornos, pero en un gravo más elevado al normal esta manifestación
puede ser un signo de vulnerabilidad a la esquizofrenia. De ese modo el
pensamiento que se intenta transmitir es tan complejo que hace que su expresión
a través del lenguaje resulte muy dificultosa.
Así, estos niños
dedican sólo parte de sus recursos a la tarea que han de realizar y el resto de
su atención se desvía a situaciones irrelevantes, por lo que son incapaces de
concentrarse en lo que resulta necesario.
Existen otras
hipótesis relacionadas a factores sociales y psicológicos que hacen que un niño
se encuentre vulnerable a desarrollar la enfermedad.
Los
acontecimientos vitales experimentados por la persona, la calidad del apoyo
social, el nivel socioeconómico y las características de la familia son
probables factores relacionados con el trastorno. Respecto de los
acontecimientos vitales, algunos estudios han detectado un incremento de
experiencias negativas en las semanas previas al inicio de los síntomas, si
bien es probable que su acción se de en combinación con otros factores. Si
durante los primeros años de vida el niño ha tenido relaciones interpersonales
negativas, pueden aparecer dificultades posteriores en sus relaciones con
otros, lo cual mermará en gran medida la cantidad y calidad del apoyo social
que reciba. Esta situación estresante en niños vulnerables genéticamente puede
conllevar una mayor probabilidad de desarrollar el trastorno esquizofrénico.
Por su parte,
los síntomas negativos hablan de la carencia de las conductas que normalmente
se dan, e incluyen manifestaciones tales como la pobreza de la estructura y el
contenido del lenguaje, la apatía o el afecto aplanado, el retaso psicomotriz o
el asilamiento.
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