domingo, 9 de marzo de 2014

Esquizofrenia infantil y juvenil y Psicosis infantil y juvenil


Para referirse a las psicosis infantiles se han empleado distintos términos y modalidades, tales como pseudo psicosis, psicosis incipiente o psicosis borderline, abarcando con ellos una amplia gama de enfermedades mentales. Esta variedad de términos denota el desconocimiento que sobre la psicosis y, en particular, sobre la esquizofrenia, ha existido hasta épocas recientes.

La concepción actual de los trastornos psicóticos ha permitido aclarar las diferencias existentes entre las distintas tipologías del trastorno, lo cual ha facilitado su comprensión y la ampliación de los conocimientos sobre su etiología, características, curso, pronóstico y tratamiento.

Así las clasificaciones más recientes acerca de las psicosis infantiles y juveniles hablan del trastorno esquizofrénico en niños y adolescentes.

 Los trastornos esquizofrénicos tienen importantes repercusiones, no sólo por su impacto en las personas afectadas y en su entorno familiar y social, sino también por las necesidades planteadas en los servicios de salud mental y los costos económicos asociados.

 Cuando la esquizofrenia aparece en las primeras etapas de la vida de una persona, los efectos negativos de la misma se ven en gran medida acentuados, ya que bloquean el desarrollo del niño en sus diferentes áreas.

Teniendo en cuenta la diversidad de modelos teóricos que explican la enfermedad desde sus orígenes, resulta complicado intentar explicar sus causas, partiendo de la base de que ésta no se podrá explicar por una única causa.

Existen varias hipótesis biológicas, las cuales han llegado a la conclusión de que los niños esquizofrénicos presentan una disfunción del sistema nervioso, incluyendo retardo motor, problemas de coordinación, desviaciones preceptúales y otros signos neurológicos débiles. La presencia de pensamiento desordenado es propia de muchos trastornos, pero en un gravo más elevado al normal esta manifestación puede ser un signo de vulnerabilidad a la esquizofrenia. De ese modo el pensamiento que se intenta transmitir es tan complejo que hace que su expresión a través del lenguaje resulte muy dificultosa.

 Bender, en 1971, defendió la existencia de un déficit biológico central observable según la etapa evolutiva del niño, en un desarrollo lento y desigual de todas las áreas del sistema nervioso.

 Otros autores han descrito a estos niños y adolescentes como deficitarios en la atención, en los tiempos de reacción, son más lentos, en el seguimiento visual y en la realización de tareas cognitivas.

Así, estos niños dedican sólo parte de sus recursos a la tarea que han de realizar y el resto de su atención se desvía a situaciones irrelevantes, por lo que son incapaces de concentrarse en lo que resulta necesario.

 Las hipótesis genéticas hablan de una predisposición a la esquizofrenia en niños con antecedentes familiares de esquizofrenia y otras psicosis. Así, es conocido que el riesgo de desarrollar un trastorno esquizofrénico se correlaciona en gran medida con la proporción de genes que se comparte con un miembro de la familia afectado.

Existen otras hipótesis relacionadas a factores sociales y psicológicos que hacen que un niño se encuentre vulnerable a desarrollar la enfermedad.

Los acontecimientos vitales experimentados por la persona, la calidad del apoyo social, el nivel socioeconómico y las características de la familia son probables factores relacionados con el trastorno. Respecto de los acontecimientos vitales, algunos estudios han detectado un incremento de experiencias negativas en las semanas previas al inicio de los síntomas, si bien es probable que su acción se de en combinación con otros factores. Si durante los primeros años de vida el niño ha tenido relaciones interpersonales negativas, pueden aparecer dificultades posteriores en sus relaciones con otros, lo cual mermará en gran medida la cantidad y calidad del apoyo social que reciba. Esta situación estresante en niños vulnerables genéticamente puede conllevar una mayor probabilidad de desarrollar el trastorno esquizofrénico.

 Por otro lado, mientras más bajo sea el nivel socioeconómico de la persona, más probabilidad de desarrollar un trastorno esquizofrénico, esto es así bien porque la persona desarrolla escasas habilidades de afrontamiento debido a las condiciones adversas de la vida a las que se ve sometido, bien porque esta situación económica concreta genera otros problemas, tales como aumento de estrés, de criminalidad o la falta de vivienda, todo lo cual redundaría en una mayor vulnerabilidad a desarrollar el trastorno.

 En relación a la dinámica familiar, se ha detectado correlación entre la manera de cuidar a los hijos y la existencias de algún miembro con patología. Aunque estos estudios son preliminares dan indicios de un patrón familiar disfuncional para el desarrollo psicológico del niño.

 Generalmente, las manifestaciones clínicas de la esquizofrenia suelen dividirse en síntomas positivos y síntomas negativos.

 Los síntomas positivos se refieren a los excesos conductuales manifestados por estos niños, entre los que se encuentran las alucinaciones, los delirios, el pensamiento desordenado o el comportamiento extraño.

Por su parte, los síntomas negativos hablan de la carencia de las conductas que normalmente se dan, e incluyen manifestaciones tales como la pobreza de la estructura y el contenido del lenguaje, la apatía o el afecto aplanado, el retaso psicomotriz o el asilamiento.

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