Las
llamadas fobias específicas o fobias simples, se refieren al miedo exagerado y
persistente a un objeto o situación determinada. El Manual Diagnóstico de los
trastornos mentales, DSM IV, establece como categorías de fobias específicas,
las siguientes:
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Animales
-
Ambientales, como altura, tormentas, agua
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Sangre o inyecciones
-
Temor a sufrir heridas o lesiones
-
Situacional como aviones, lugares
cerrados, lugares abiertos
-
y de otro tipo como ruidos estridentes,
personas disfrazadas, payasos, etc.
En los
niños las fobias más recurrentes son las que dicen relación con los animales,
en especial perros y gatos, a la oscuridad, a dormir solos, a los dentistas y
médicos en general. La angustia se puede expresar llorando, con rabietas,
quedándose paralizados o abrazándose a alguien que les de seguridad, que por lo
general son los padres.
Las
fobias específicas también pueden hacer referencia a la posibilidad de perder
el control, angustiarse y desmayarse al exponerse al objeto temido. En
presencia del estímulo fóbico aparece de forma inmediata y casi invariablemente
una respuesta de ansiedad, este nivel de ansiedad puede variar en función del
grado de proximidad al estímulo temido y al grado en que la huida se ve
limitada. En ocasiones aparece una crisis de angustia con sintomatología
completa como respuesta al estímulo fóbico. Debido a la ansiedad anticipatoria
cuando el niño se ve obligado a entrar en la situación temida, es que suelen
acabar siendo evitadas, muy rara vez, y más común en los adultos, la persona se
obliga a si mismo a soportar la situación fóbica.
Pese a la
magnitud de las fobias específicas, éstas suelen remitir espontáneamente con el
transcurso del tiempo, en un periodo de entre dos y cuatro años. Lo que explica
esta remisión espontánea que la maduración cognitiva del niño y las
experiencias de aprendizaje debido a la exposición al estímulo temido o
mediante aprendizaje vicario.
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