Factores de la madre:
Existen, además de
la psicopatología materna y de la depresión postparto, otros factores de riesgo
para el establecimiento de un adecuado vínculo de apego entre la madre y su
hijo, entre ellos se encuentran la dificultad para aceptar el embarazo, la edad
extrema de la madre, las dificultades en la lactancia, dificultad con la pareja
y falta de apoyo emocional, ser madre soltera, separada o viuda, pérdidas y
duelos importantes de figuras en edad temprana, maltrato físico, psicológico o
sexual en la infancia de la madre, presentar estrés laboral, sobrecargas del
rol materno en el hogar, aislamiento social y faltas de redes de apoyo externo,
además de pertenecer a un nivel socioeconómico bajo (MINSAL, 2008).
Un papel esencial
en el desarrollo del estilo de apego seguro, lo tiene la familia como el primer
referente social de un niño, ya que permitirá la configuración de los esquemas
que influyen en la futura interacción con el mundo. En este sentido, buenas
relaciones familiares permiten una adecuada adaptación en el futuro, las que
incluyen el mundo escolar, relacional y de pareja (Sanchis, 2009).
Dentro de la
familia están los cuidadores, principalmente la madre, que aportan sus propias
características a la interacción con el bebé. La relación entre el
apego madre - bebé está inserta en un modelo de desarrollo global, dentro del
cual existen variables de la madre y del contexto más amplio en el cual se
desarrolla el bebé (Tarabulsy et al., 2005 en Quezada & Santelices, 2009). En este sentido,
se ha observado que las experiencias infantiles de apego de la madre o “modelos
operativos internos” (Bowlby, 1980 en Quezada & Santelices, 2009), es decir, la reconstrucción de las experiencias
tempranas de apego, están íntimamente relacionadas con la sensibilidad
(Atkinson et al., 2005; Raval et al., 2001, Tarabulsy et al, 2005
en Quezada & Santelices,
2009) y las representaciones que tiene la madre sobre su futuro hijo y
sobre sí misma como madre (Huth-Bocks Levendosky, Bogat, & von Eye, 2004 en
Quezada & Santelices, 2009), éstas,
además, tienen un significativo ascendiente sobre el estilo de apego del bebé
(Atkinson et al. 2005; Huth-Bocks et al. 2004; Raval et al. 2001,
Tarabulsy et al. 2005; Ward & Carlson, 1995, en Quezada & Santelices, 2009).
Los cambios de las variables maternas ya referidas, durante
su biografía, están influenciadas por las propias experiencias de apego de la
madre y pueden afectar el apego del bebé. Esto puede ocurrir debido a
variaciones en las representaciones de apego maternas debido a experiencias de
maltrato o abuso, eventos traumáticos o relaciones de pareja insatisfactorias
(Weinfield, Sroufe & Egeland, 2000 en Quezada & Santelices, 2009),
cambios en el contexto social (Buchheim, 2003 en Quezada & Santelices,
2009), pobreza, bajo nivel
socioeconómico, monoparentalidad y violencia doméstica (Huth-Bocks et al.,
2004 en Quezada & Santelices, 2009).
Respecto de los
factores económicos, se plantea que las mujeres de nivel socioeconómico bajo
presentan una mayor tasa de prevalencia de depresión postparto, como resultado
de cuadros depresivos preexistente, alcanzando un 57% de esta población (Araya,
Rojas, Fritsch, Gaete, Rojas, Simon & Peters, 2003). El estudio concluyó
que la depresión postparto es más frecuente en mujeres de escasos recursos, ya
que existe un menor acceso a psicólogos y psiquiatras especialistas en el tema,
además de que sus tratamientos presentan una duración menor. Considerando que
sólo un cuarto de las mujeres obtiene un tratamiento psicológico para su
depresión, es esperable que luego del embarazo continúen los síntomas
depresivos, afectando de este modo la relación con su hijo (Araya et al., 2003).
En cuanto a la
pobreza, como un concepto más amplio que el nivel económico que abarca varios
factores de riesgo dentro de los cuales se encuentran el estado financiero de
la familia, el cambio de casa continuo, barrios de alto riesgo social, parentalidad
adolescente, familias uniparentales y varios eventos negativos durante la vida,
aumenta el riesgo de psicopatología en el cuidador del bebé, más aún, cuando
varios de estos factores aparecen en un mismo momento en la vida de ambos,
exponiéndolo a altos niveles de estrés.
Cuando, además de esto, se suman la baja escolaridad y la falta de
oportunidades de empleo el estrés se vuelve continuo y crónico, reduciendo la
capacidad, tanto del cuidador como del niño para enfrentar con éxito
situaciones futuras. Los factores de riesgo señalados aumentan la probabilidad
de que los niños pasen de estrategias de apego organizadas a otras menos
coherentes. También han desempeñado un papel importante en cuanto a la forma de
clasificar la inestabilidad del apego en bebés de 12 a 18 meses (Ciccheti &
Cohen, 2006).
Un factor de riesgo para la familia y generador de
estrés en los padres o cuidadores, lo que puede reducir notoriamente la disponibilidad y
atención sensible y, en algunos casos incrementa el riesgo de crianza hostil o
abuso, es el número de niños en la familia, puesto que genera altos niveles de
estrés en los padres, en especial cuando algunos de esos niños tienen problemas
de ajuste o adaptación, o algún tipo de patología (Ciccheti & Cohen, 2006).
Respecto de otros
factores de riesgo, existen hallazgos que señalan que en el vínculo de apego entre
madres y bebés prematuros, la representación de la madre respecto del bebé está
directamente relacionada con el tipo de apego infantil, y no así el sólo hecho
de que los niños prematuros generan tipos de apego inseguros. Esto otorga un
mayor argumento a la noción de que las variables maternas pueden influir más
que las variables del niño en la conformación de la calidad del apego del bebé
hacia su madre, cuando ésta es su cuidador principal (Cox, Hopkins & Hans, 2000). Este tipo de descubrimiento, además, es consistente con la teoría del
apego (Ainsworth et al., 1978; Sroufe, 1985 en Cox et. al., 2000). Otros
resultados, sugieren que no sólo el nivel de riesgo neonatal, sino también las
representaciones maternas del bebé pueden contribuir a la variabilidad en la
distribución del apego en muestras de investigación con díadas en que los bebés
son prematuros. La perspectiva parental del apego es una importante contribución
al desarrollo del apego en los bebés y, por ello, es fundamental para la
comprensión de la naturaleza del apego en familias con los bebés prematuros (Cox et. al., 2000).
Un estudio
realizado en Chile concluyó que la variable paridad tiene un rol en el
establecimiento del vínculo de apego entre la madre y su hijo, observándose una
predominancia de estilo de apego inseguro en madres primíparas y una
predominancia de apego seguro en las madres multíparas. En este mismo estudio, se señala que los patrones de
apego seguro predominan en los partos de tipo eutócico. (Lecannelier
et al., 2008). Este mismo
estudio, no encontró correlación significativa entre la edad de la madre y la
calidad del vínculo de apego con sus hijos, pese a que las madres más jóvenes
tendían al establecimiento de un vínculo inseguro. Por otro lado, no se pudo
concluir que el estado civil de las madres fuese un factor decisivo en el
vínculo de apego, aunque existen teorías que indican que las madres que se
encuentran en relaciones más satisfactorias emocionalmente suelen presentar
mayor sensibilidad hacia sus hijos, y por ende, un vínculo de apego seguro (Howes & Markman, 1989 en Lecannelier
et al., 2008).
En otro estudio acerca del efecto de algunos factores de
riesgo sobre el tipo de apego, se observó que en cuyas familias en que la madre
e hijo presentaban una unión afectiva catalogada de insegura en cuanto a la
estabilidad, habían síntomas elevados, tanto paternos como maternos, respecto
al consumo excesivo de alcohol, depresión maternal así como conducta antisocial
en la madre. Esto, en contraste con aquellas familias en las que la unión
afectiva fue caracterizada como segura en cuanto a la estabilidad. La
estabilidad en cuanto a patrones de inseguridad entre la madre y el infante fue
asociada a altos niveles de expresiones negativas de afecto materno. En este
sentido, se pudo apreciar que la inseguridad estable entre el padre e hijo se
asociaba con bajos niveles de expresiones positivas de afecto durante las
interacciones entre ambos, en ciertos momentos, y altos niveles de emotividad
negativa durante otros momentos. En síntesis, los resultados indican que los
niños que se sentían inseguros en ambos casos (con ambos padres) presentaban,
en su mayoría, características de riesgo familiar (alcoholismo, depresión
materna, conducta antisocial de la madre) (Edwards, Eiden & Leonard, 2004).
Una amplia gama de bibliografía sugiere que la exposición a relaciones
violentas puede tener un impacto negativo en el desarrollo de los niños, generando,
a largo plazo, altos índices de problemas conductuales a medida que crecen (Ciccheti & Cohen, 2006).
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