lunes, 15 de abril de 2013

Estilos o patrones de apego

Inicialmente se conceptualizaron tres estilos de apego, el apego seguro, el apego inseguro evitante y el apego inseguro ambivalente (Ainsworth et al., 1978), luego Main y Salomon (1990 en Oates, 2007) incluyeron el estilo de apego desorganizado, todos los cuales se describen a continuación:

Apego seguro: el apego seguro se puede observar cuando el niño expresa con libertad el stress, sentimientos de confianza, busca cariño, contención y mantiene tranquilidad en periodos de exploración. Se observa una interacción sensible de la madre con su hijo, con respuestas adecuadas a las señales del bebé, estas madres se involucran más con sus hijos, expresando más emociones positivas que negativas (Cantón & Cortés, 2005). Del mismo modo, las madres son empáticas con las necesidades que manifiesta el hijo, donde el cuidado es estable, predecible y coherente (MINSAL, 2008). Cuando un niño ha desarrollado un apego seguro, puede explorar con seguridad alcanzando diversas tareas en su desarrollo, llevándolo a su máximo potencial (Besoain & Santelices, 2009).

Apego inseguro evitante: Estos niños no expresan abiertamente el stress, porque no sienten que la madre podrá confortarlo, así aparecen como independientes, controlados y con pocas expresiones afectivas buscando la exploración y la lejanía física (MINSAL, 2008), pareciera ser un niño poco afectado por la separación con la figura de apego, además suelen ignorar a la madre o cuidador principal cuando se reencuentran (Díaz & Blánquez, 2004). La conducta de la madre se caracteriza por resentimiento y rabia, oponiéndose a los deseos de su hijo, con poco contacto físico positivo, siendo éste intenso e intrusivo (Cantón & Cortés, 2005).

Apego inseguro ambivalente: también llamado resistente ambivalente (Cantón & Cortés, 2005), los niños presentan conductas en extremo sensibles, con aferramiento a la madre y con rabia en momentos de separación, ya que la busca de modo ansioso y frustrado (MINSAL, 2008), agitándose en extremo cuando la figura de apego desaparece de su vista, del mismo modo, cuando se encuentra nuevamente con la madre, estos niños suelen adoptar dos conductas extremas: un apego excesivo o bien el rechazo manifiesto, transformándose en la edad escolar en niños con escasa asertividad y pobres relaciones sociales (Díaz & Blánquez, 2004). Las madres en este estilo de apego son insensibles e inconsistentes en forma predominante, pudiendo actuar en ocasiones de manera sensible pero en función de sus propios deseos o estados de ánimo (Isabella, 1993 en Cantón & Cortés, 2005).

Apego desorganizado: Main & Salomón (1990 en Oates, 2007) suman a los anteriores este cuarto tipo de apego entre niño y cuidador. Es un estilo de apego donde el niño desarrolla un comportamiento desorientado, desordenado o desorganizado, con pautas de conducta contradictorias como son movimientos incompletos o precarios, además de expresar confusión al acercarse a sus padres. De este modo el apego de estilo desorganizado es un quiebre en la pauta conductual y experiencial de los otros estilos que subyacen, sea evitante, ambivalente o seguro. El niño realiza conductas y expresiones extrañas, descontextualizadas o de congelamiento (Goldstein, Larrain, Lecannelier & Pollack, 2008). Lyon-Ruth y Jacobovitz (1999 en Oldham, Skodol & Bender, 2007) señalan que estos niños pueden mostrar bloqueo, aplaudir (fuera de contexto), presentar movimientos de cabeza sin estímulo aparente, y deseo de escapar de una situación, incluso en presencia del cuidador. Los padres o cuidadores principales de estos infantes los atemorizan con sus conductas, pues éstas tienden a ser caóticas, intensas y desproporcionadas. Por la paradoja de que la fuente vincular es la que no protege y, además, daña o atemoriza, estos niños se vuelven hiper-alertas al entorno, pero poco comprensivos y mal adaptados al medio (Lecannelier, 2005), entre otras conductas desorganizadas.

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