Otro concepto
fundamental de esta teoría se relaciona con la representación y la
internalización que se da en el contexto social, entre padres e hijos, que se
definen como un “modelo operativo interno del self y del otro” (Moneta, 2003, p.44),
también llamados “modelos internos de trabajo” (Moneta, 2003, p.2; Bowlby,
1989).
Estos modelos son
representaciones que el bebé construye en torno a la figura vincular,
frecuentemente la madre, y a sí mismo (Bowlby, 1989; Moneta, 2003), y se
conforman a partir del cuidador y las formas que él establece de comunicarse y
comportarse. De este modo surgen del comportamiento real de la madre hacia el
hijo, de las imágenes acerca de él que le son comunicadas y también por la
manera de tratarlo y hablarle; mediante el proceso de la internalización, el
hijo obtiene una representación de sí mismo, de lo que la madre piensa y siente
acerca de él, además de sus miedos y deseos, sirviendo como base para toda la
vida, contiene las representaciones del mundo y de sí mismo, que se van
incorporando a lo largo de las diversas experiencias, por ello no dependen
exclusivamente de la figura de apego, sino también de su ausencia
(inaccesibilidad) y las respuestas para adaptarse a ella (Marrone, 2001). Al
ser construidas en los primeros años de vida, se convierten en estructuras
cognitivas más o menos permanentes y que en el futuro operan de manera
inconsciente (Bowlby, 1989).
Otro concepto
relevante en la teoría del apego es la respuesta sensible del cuidador como un
organizador de la psiquis del hijo (Marrone, 2001). La sensibilidad materna es
definida por Ainsworth como la capacidad para percibir las señalas no verbales
del bebé, captando su necesidad, interpretándolas adecuadamente y respondiendo
en forma contingente (Ainsworth,
Waters & Wall, 1978).
La falta de sensibilidad, por su parte, indica un fracaso del cuidador en la
interpretación de las señales o deseos del bebé, no logrando apoyo en sus
estados positivos o displancenteros (Ainsworth et al., 1978; Marrone, 2001; Enríquez et al.,
2008). Se ha estudiado que los apegos de estilo seguros se relacionan con una
alta sensibilidad materna, en especial durante el primer año de vida del niño
(Wolff & Van Ijzendoorn, 1997). De este modo, entendemos que la respuesta
sensible de la madre cumple con dos funciones importantes para el bienestar del
bebé, en primer lugar la de acceder a su estado mental de manera tal, y esta es
la segunda función, de atribuirle un significado, lo que implica la marcha de
una serie de complejos procesos afectivos y cognitivos, basados en los propios
modelos operativos de la madre y de su capacidad para comprender el estado
mental del hijo, pudiendo reflexionar acerca de ellos. La respuesta sensible
permite a la madre sentir empáticamente a su hijo, pero a la vez poder
reaccionar en forma independiente de él (Marrone, 2001).
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