La teoría del apego
nace del trabajo de Bowlby y Ainsworth basado en las disciplinas de la
etología, la cibernética, la psicología del desarrollo, el psicoanálisis y el
procesamiento de la información (Altmann, Weigensberg, González, Angulo,
Brovetto, Bonifacio, Noguiera, Sazón & Viera, 2001), y es una forma de
comprender y conceptualizar los lazos afectivos que se generan entre los seres
humanos como una tendencia natural, de modo de explicar además, las diversas
formas de dolor emocional y otras alteraciones psicopatológicas, producto de la
separación y pérdida afectiva (Marrone, 2001). Esta teoría se basa en la
hipótesis de que existe en la persona (y en otras especies vivas) un sistema de
apego que se activa cuando surge una amenaza, iniciándose una búsqueda de la
figura vincular que proteja y regule (Moneta, 2003). De esta forma se observa
que las relaciones con otros es parte fundamental de la naturaleza humana,
donde las emociones más intensas surgen en la relación de apego, más aún, estas
relaciones tempranas son determinantes en el desarrollo de la salud mental de
una persona, debido a que se interpreta y manejan las relaciones actuales en
base a estas experiencias iniciales de apego con el cuidador o la madre
(Marrone, 2001).
Los estudios en
psicología han demostrado que el vínculo de apego en la díada madre-hijo es un
factor que repercute en la forma en cómo se establecen relaciones
interpersonales futuras, influyendo en el
bienestar psicológico y en el ajuste emocional (Farkas, Santelices, Aracena
& Pinedo, 2008; Valdés, 2002; Altmann et al., 2001). La experiencia de seguridad, objetivo del sistema de apego, es un
regulador de la experiencia emocional (Sroufe, 1996 en Fonagy, 2000), de esta
forma este vínculo podría estar a la base de muchos trastornos mentales, de
personalidad u otros y ser así el centro de una psicoterapia (Fonagy, 2000;
Enríquez, Padilla & Montilla, 2008). Se sabe que niños con problemas en el
vínculo de apego temprano tienen más riesgo de manifestar trastornos de
conducta alimentaria, agresividad en edades escolares, trastorno oposicionista
desafiante y mayores niveles de estrés que los llevan a mayores trastornos
ansiosos en la adolescencia (Gómez, Muñoz & Santelices, 2008). Por otro
lado, Bowlby (1988 en Moneta, 2003) señala la importancia del vínculo de apego
en los sujetos adultos, en la medida en que éste influye en la capacidad de
resiliencia y de respuesta a eventos estresantes.
La conducta de
apego entre los seres humanos, sigue un modo reconocible y predecible,
activándose por condiciones específicas y se finaliza por otras igualmente
particulares. Del mismo modo, cumple una función básica de supervivencia y
adaptación, ya que habilita la posibilidad de sobrevivir si se es asistido por
otro ser humano, por tanto sólo opera en un sistema social (Marrone, 2001). Por
otro lado, la conducta de apego es universal en cuanto es común a todos los
seres humanos y es primaria, lo que quiere decir que no se supedita a otras
necesidades como la autoconservación y la alimentación (Pinedo &
Santelices, 2006).
La teoría del apego
tal como se ha desarrollado, coloca su énfasis en la importancia de las
funciones biológicas de los vínculos emocionales íntimos entre personas, en
especial la que se establece entre un niño y su madre o cuidadores, como parte
fundamental del ciclo vital de una persona, siendo el vínculo más sólido e
importante de la vida del ser humano (Altmann et al., 2001). Por otro lado, en
la evolución de esta teoría es clave la influencia de las relaciones de apego
temprano en el posterior desarrollo de la personalidad y, por ende, en la
psicopatología (Marrone, 2001; Pinedo & Santelices, 2006).
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