La adolescencia es un término que se usa para
delimitar una etapa de la vida, de acuerdo a un criterio cronológico abracaría
entre los 10 y los 20 años aproximadamente, aunque otros criterios hablan de
las condiciones económicas, sociales y personales para definir esta etapa.
La revisión bibliográfica indica que esta
etapa se caracteriza por una serie de cambios rápidos y significativos, que van
desde los aspectos físicos hasta los psicológicos más profundos. En este
sentido se enfatizan los rasgos de personalidad que han estado en formación
durante la niñez, dejando al joven en un estado de vulnerabilidad emocional y
psicológica para que desarrolle una serie de conductas que pueden llamarse de
riesgo, para él o para otros. Es sabido que existe una mayor impulsividad y
baja tolerancia a la frustración, lo que puede llevar a comportamientos
extremos, donde los pares pueden validar esta actitud o promover conductas desafiantes
hacia las estructuras que buscan colocar límites y normas, sea a nivel familiar
como a nivel social.
En este sentido aumenta la vulnerabilidad a
desarrollar conductas de riesgo, que antes no estaban, como son el consumo de
drogas en forma experimental, deserción escolar, conductas antisociales o
violentas entre otras.
De acuerdo a algunos estudios sobre
adolescentes, se estima que las conductas violentas en los jóvenes han
aumentado en la última década (Alarcón, P. et al. 2005), lo cual disminuye la
probabilidad de un normal ajuste psicológico a las funciones que se están
desarrollando. Considerando la realidad social en donde se desenvuelven
actualmente los jóvenes, un ambiente globalizado, con internet en la palma de
sus manos a todo momento y hora, teniendo acceso a realidades y contenidos de
gran nivel de violencia, para lo cual la mente adolescente no estaría
preparada.
Muchas son las preguntas que se hacen
respecto de porqué los adolescentes cometen infracciones y más aún qué los
lleva a la edad adulta mantener este tipo de conductas. Las respuestas son
variadas, desde la constitución biológica, las experiencias de abuso o
negligencia, los pares, el entorno social con algunas de ellas.
Una investigación llevada a cabo en España (Loeber,
Farrington y Redonodo, 2001), indica que en un bajo número los niños que han
sido catalogados como problemáticos se acaban convirtiendo en delincuentes de
carrera, sin embargo también encontraron que muchos adolescentes con conductas
delictuales dejan de cometer infracciones hacia fines de la adolescencia y
adultez, asociándolo a una disminución de la impulsividad y por ende al aumento
de la capacidad de autocontrol que lograrían desarrollar.
Otra investigación del año 2000 (Sobral,
Romero, Luengo y Marzoa en Loeber, Farrington y Redonodo, 2001) logró
identificar algunos factores de riesgo asociados a la conducta infractora en la
adolescencia, entre ellos la falta de apego con los padres, la mala relación
con estos adultos y con otros familiares como los hermanos, las prácticas
educativas inadecuadas y fracaso escolar, grupo de pares negativos y variables
de personalidad como altos grados de impulsividad. Otras características que se
han logrado identificar en jóvenes con estas conductas indican que el
policonsumo de drogas y las familias con otros miembros con antecedentes
delictuales también aumentarían la probabilidad de comisión de delitos y que
estos se mantengan en la vida adulta, asimismo un porcentaje no menor habría
pasado por centros de internación de menores. Muchos investigadores coinciden
en que los adolescentes que comienza a delinquir en forma temprana, aquellos
con mayor número de comisión de delitos y aquellos que han usado la violencia
en sus delitos tendrían una mayor probabilidad de continuar en la vida adulta
con comportamiento infractor.
En cuanto al tipo de delito, que aumenta el
riesgo de mantener la conducta delictiva en la edad adulta se encuentran la
posesión de drogas y posesión de armas, por sobre la pertenencia a pandillas o
grupos de pares negativos en la adolescencia (Rosenfeld et al. 2012).
¿Qué podría explicar entonces la transición
de la conducta delictiva desde la adolescencia hasta la vida adulta?
Lober, Farrington y Redondo (2011)
identifican diez factores que podrían explicar esta transición, los cuales se
detallan a continuación:
1. Diferencias individuales en edades tempranas
en el autocontrol
2. Niveles de maduración cerebral
3. Cambios a nivel cognitivo, como por ejemplo los asociados a la toma de decisiones de cambio de conducta
4. Factores de riesgo a nivel conductual como conducta antisocial versus factores protectores como aislamiento social
5. Factores sociales de riesgo y de protección como son la familia y la escuela
6. Enfermedades mentales o bien el uso y abuso de sustancias ilícitas
7. Circunstancias de la historia vital, como establecer una pareja o tener un trabajo
8. Contexto situacional de ciertos hechos delictivos específicos, como lugar del delito o las rutinas del individuo
9. El barrio donde habita el adolescente
10. Respuesta de entidades de justicia juvenil
Así es como podríamos observar que la
presencia de factores de riesgo sumado a la motivación
antisocial que presente el adolescente es como se va a ir configurando un
adulto con conductas infractoras. Esto lo plantea el Modelo del Triple Riesgo Delictivo (Redondo, 2008), donde se
explica que esta motivación antisocial de
una persona sería el resultado de ciertos riesgos personales sumado a carencias
en el apoyo prosocial que reciba esa persona, se puede tomar en consideración
además las oportunidades delictivas a
las que el adolescente se puede ver expuesto.
Por lo tanto resulta de gran importancia
identificar los factores de riesgo socio delictual al que se expone un
adolescente, de modo de poder intervenir en forma temprana sobre ellos,
evitando así la cronicidad de las conductas delictivas.
Dentro de las intervenciones tempranas que
más se han utilizado se encuentran las intervenciones que se realizan en la
infancia, entregando apoyo a las madres o padres en la crianza de los hijos, lo
cual promueve el estilo de apego seguro entre cuidador e hijo, además de
promover estilos de crianza positivos, así como protege al niño de posibles
negligencias o abusos que pudiesen afectar su desarrollo emocional.
Otro factor protector que se ha visto útil en
reducir las conductas de riesgo delictual en adolescentes y que disminuyen la
tasa de delincuencia en la edad adulta, son las redes educacionales y
comunitarias, en este sentido, capacitar a profesores y otros agentes
educativos en pos de mejorar el acceso a la educación, pero también en promover
prácticas de convivencia, salud mental, actividades recreativas y deportivas
desde los centros escolares abriéndose las posibilidades de pertenecer a áreas
comunitarias desde la adolescencia, podría reducir la probabilidad de consumo
de sustancias ilícitas, involucramiento con grupo de pares negativos etc.
Existen también algunos programas
terapéuticos específicos que se basan en la intervención familiar directa del
joven que ha cometido infracciones a la ley que han obtenido buenos resultados
reduciendo la probabilidad de cometer nuevos delitos así como de llegar a la
vida adulta sin este comportamiento. Entre ellos destacan el programa de
Terapia Multisistémica (MST), el Tratamiento enfocado a supervisar el proceso
de crianza (TFC) y la Terapia Familiar Funcional (FFT) (Lober, Farrington y
Redondo, 2001), estas terapia se basan en el enfoque familiar para cambiar pautas
de conducta infractora de los jóvenes, interviniendo en un corto periodo de
tiempo, pero de forma intensiva, con visitas domiciliarias y contacto frecuente
vía telefónica. Lo cual implica mantener a profesionales altamente capacitados
y entrenados en ciertas habilidades específicas, teniendo ello un alto costo
económico asociado, haciendo difícil la masificación de dichos programas.
En conclusión, existen varios estudios que
han logrado identificar ciertos factores de riesgo de aparición y mantención de
comportamiento delictivos, lo cuales debiesen ser considerados al momento de
desarrollar políticas públicas en la intervención de jóvenes delincuentes,
evitando la cronicidad de éstas hacia la vida adulta. Un enfoque capaz de disminuir la probabilidad de que adolescentes
mantengan una conducta delictiva en la edad adulta debiese incorporar una
intervención temprana a la vez que
preventiva con los padres o cuidadores, también destinar recursos a las
escuelas y centros comunitarios, donde se intervenga a la familia completa y no
sólo destinada al enfoque individual.
Bibliografía:
1. Adolescencia
y Salud Print versión.
vol.1 n.2 San José Jan. 1999 “El desarrollo psicológico en la adolescencia: las transformaciones en una
época de cambios”. Lic. Dina Krauskopof
2. Psykhe, 2005 Vol 14 n°1, 3-16. Estilos de
personalidad y desadaptación social durante la adolescencia. Paula Alarcón,
Eugenia Vinet y Sonia Salvo, Universidad de La Frontera.
3. Rolf Loeber, David Farrington y Santiago Redondo,
revista española de investigación criminológica. Monografía 1, Número 9 (2011) www.criminología.net “La transición desde la delincuencia juvenil a la delincuencia
adulta”
4. Rosenfeld, R., White, H., Esbensen, F.-A. (2012).
Special categories of serious and violent offenders: Drug dealers, gang
members, homicide offenders, and sex offenders. En R. Loeber, & D.
Farrington (Eds.), From Juvenile Delinquency to Adult
Crime: Criminal Careers, Justice Policy and Prevention (pp. 14-46). Oxford: Oxford University Press, en prensa.
5. Redondo,
S. (2008). Individuos, sociedades y oportunidades en la explicación y prevención
del delito: Modelo del Triple Riesgo Delictivo (TRD). Revista
Española de Investigación Criminológica, Artículo 7, N. 6. (Accesible
en: www.criminologia.net).
6. Alarcón,
P.; Vinet, E.; Salvo, S. (2005) |Psykhe Vol. 14, N°1, 3-16 “Estilos de
personalidad y desadaptación social durante la adolescencia”.
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