El estrés se
observa mas frecuentemente como una reacción física evidente: llorar, el sudor
en las palmas de las manos, correr en dirección opuesta, arranques agresivos o
defensivos, comportamientos de mecerse o consolarse a si mismo, dolores de
cabeza y de estomago, comportamientos nerviosos de motricidad fina (por ej.,
torcer los cabellos, mascar y chupar, morder la piel y las uñas), orinarse pese
a tener ya el control de esfínter y perturbaciones del sueño o apetito. Los niños
pueden reaccionar de manera global mediante la depresión y la evitación, la
timidez excesiva, híper-vigilancia, inquietudes excesivas, "parálisis"
en situaciones sociales, el interés aparentemente obsesivo en objetos, rutinas
y la comida, además de poder presentarse una preocupación persistente sobre
"lo que sigue". Entre otros comportamientos también se encuentra el apegarse
excesivamente a un adulto, llanto fácil, temores nocturnos.
Siempre es bueno
que ante algún signo de estrés en niños, y sumado a situaciones familiares o
sociales estresantes, se deba consultar a un especialista para recibir apoyo en
el manejo y enfrentamiento adecuado de modo de evitar un sufrimiento
permanente.
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