jueves, 10 de septiembre de 2009

Continuación...


Tenemos conocimiento de que muchos problemas clínicos infantiles son mutables con un desenlace saludable con el proceso de desarrollo de un niño, sin embargo, los menores ya en edad escolar suelen tener mayores dificultades para resolver con éxito sus problemas en forma “espontánea”. Existen estudios de predictibilidad de la patología adulta desde la temprana infancia, como es el comportamiento antisocial en la infancia y adolescencia.

De este modo es posible suponer que los niños tienden a mantener sus perturbaciones psicológicas en especial cuando no reciben atención clínica especializada.

Para comprender los desórdenes de personalidad debemos conocer algunos de los componentes que constituyen la personalidad:

Temperamento: que sería la predisposición biológica de los seres humanos.

Identidad: la estructura interna mental que incluye el sentido de sí mismo (en niños está en desarrollo).

Género: componente de la identidad y que lleva a definirse de acuerdo a la cultura y sociedad donde se vive.

Alteraciones neuropsicológicas del desarrollo: déficit cognitivo, para procesar y organizar información, por supuesto no presente en todos los niños.

Mecanismos de defensa: necesarios para enfrentarse y adaptarse al estrés interno y externo.

Para la evaluación de la personalidad en un niño se deben buscar indicadores de alto riesgo para el desarrollo del trastorno en sí, como son antecedentes de situaciones traumáticas, tales como abuso sexual, físico, verbal, negligencias, junto con inconsistencias en las figuras paternas o maternas.

(Ref.: Kernberg, P.; Weiner, A.; Bardenstein, K. (2002) Trastornos de personalidad en niños y adolescentes. Manual Moderno: México)

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