martes, 11 de junio de 2013

Factores del niño:

Existen algunas variables que se atribuyen al hijo y que pueden afectar la calidad del vínculo de apego con su madre, en este sentido se plantean factores tales como el temperamento, nacer prematuramente, discapacidades físicas y mentales del niño, enfermedades neurológicas como parálisis y otros trastornos como labios partidos y ausencia de paleta bucal, también pueden afectar el vínculo de apego a establecer con su madre (Enríquez et al., 2008; Clements & Barnett, 2002).

El hecho de que el niño tenga el diagnóstico de alguna enfermedad grave o deficiencia importante, en forma temprana, puede influir en las conductas de crianza de los padres, pudiendo implicar un riesgo y la posibilidad de generar un apego inseguro. Sin embargo, se ha visto que los padres que reciben ayuda especializada y son capaces de resolver esta crisis, pueden llegar a desarrollar un apego de estilo seguro con sus hijos (Cantón & Cortés, 2005). 

Del mismo modo se observó que las madres con niños prematuros que tienen hemorragia intracraneal (HIC), como factor de riesgo en el establecimiento del tipo de apego, tiende a predecir un apego de tipo desorganizado, el que puede deberse a que esta patología (HIC) genera algún tipo de daño neurológico, por lo que el establecimiento de un apego desorganizado estaría hablando tanto de deficiencias neurológicas en el bebé, como de un trastorno en la relación madre-bebé (Pipp-Siegel, Siegel & Dean, 1999 en Cox et. al., 2000).


Factores Sociodemográficos y otras variables que afectan la calidad del vínculo de apego

Factores de la madre:

Existen, además de la psicopatología materna y de la depresión postparto, otros factores de riesgo para el establecimiento de un adecuado vínculo de apego entre la madre y su hijo, entre ellos se encuentran la dificultad para aceptar el embarazo, la edad extrema de la madre, las dificultades en la lactancia, dificultad con la pareja y falta de apoyo emocional, ser madre soltera, separada o viuda, pérdidas y duelos importantes de figuras en edad temprana, maltrato físico, psicológico o sexual en la infancia de la madre, presentar estrés laboral, sobrecargas del rol materno en el hogar, aislamiento social y faltas de redes de apoyo externo, además de pertenecer a un nivel socioeconómico bajo (MINSAL, 2008).

Un papel esencial en el desarrollo del estilo de apego seguro, lo tiene la familia como el primer referente social de un niño, ya que permitirá la configuración de los esquemas que influyen en la futura interacción con el mundo. En este sentido, buenas relaciones familiares permiten una adecuada adaptación en el futuro, las que incluyen el mundo escolar, relacional y de pareja (Sanchis, 2009).

Dentro de la familia están los cuidadores, principalmente la madre, que aportan sus propias características a la interacción con el bebé. La relación entre el apego madre - bebé está inserta en un modelo de desarrollo global, dentro del cual existen variables de la madre y del contexto más amplio en el cual se desarrolla el bebé (Tarabulsy et al., 2005 en Quezada & Santelices, 2009). En este sentido, se ha observado que las experiencias infantiles de apego de la madre o “modelos operativos internos” (Bowlby, 1980 en Quezada & Santelices, 2009), es decir, la reconstrucción de las experiencias tempranas de apego, están íntimamente relacionadas con la sensibilidad (Atkinson et al., 2005; Raval et al., 2001, Tarabulsy et al, 2005 en Quezada & Santelices, 2009) y las representaciones que tiene la madre sobre su futuro hijo y sobre sí misma como madre (Huth-Bocks Levendosky, Bogat, & von Eye, 2004 en Quezada & Santelices, 2009), éstas, además, tienen un significativo ascendiente sobre el estilo de apego del bebé (Atkinson et al. 2005; Huth-Bocks et al. 2004; Raval et al. 2001, Tarabulsy et al. 2005; Ward & Carlson, 1995, en Quezada & Santelices, 2009).

Los cambios de las variables maternas ya referidas, durante su biografía, están influenciadas por las propias experiencias de apego de la madre y pueden afectar el apego del bebé. Esto puede ocurrir debido a variaciones en las representaciones de apego maternas debido a experiencias de maltrato o abuso, eventos traumáticos o relaciones de pareja insatisfactorias (Weinfield, Sroufe & Egeland, 2000 en Quezada & Santelices, 2009), cambios en el contexto social (Buchheim, 2003 en Quezada & Santelices, 2009),  pobreza, bajo nivel socioeconómico, monoparentalidad y violencia doméstica (Huth-Bocks et al., 2004 en Quezada & Santelices, 2009).
Respecto de los factores económicos, se plantea que las mujeres de nivel socioeconómico bajo presentan una mayor tasa de prevalencia de depresión postparto, como resultado de cuadros depresivos preexistente, alcanzando un 57% de esta población (Araya, Rojas, Fritsch, Gaete, Rojas, Simon & Peters, 2003). El estudio concluyó que la depresión postparto es más frecuente en mujeres de escasos recursos, ya que existe un menor acceso a psicólogos y psiquiatras especialistas en el tema, además de que sus tratamientos presentan una duración menor. Considerando que sólo un cuarto de las mujeres obtiene un tratamiento psicológico para su depresión, es esperable que luego del embarazo continúen los síntomas depresivos, afectando de este modo la relación con su hijo (Araya et al., 2003).

En cuanto a la pobreza, como un concepto más amplio que el nivel económico que abarca varios factores de riesgo dentro de los cuales se encuentran el estado financiero de la familia, el cambio de casa continuo, barrios de alto riesgo social, parentalidad adolescente, familias uniparentales y varios eventos negativos durante la vida, aumenta el riesgo de psicopatología en el cuidador del bebé, más aún, cuando varios de estos factores aparecen en un mismo momento en la vida de ambos, exponiéndolo a  altos niveles de estrés. Cuando, además de esto, se suman la baja escolaridad y la falta de oportunidades de empleo el estrés se vuelve continuo y crónico, reduciendo la capacidad, tanto del cuidador como del niño para enfrentar con éxito situaciones futuras. Los factores de riesgo señalados aumentan la probabilidad de que los niños pasen de estrategias de apego organizadas a otras menos coherentes. También han desempeñado un papel importante en cuanto a la forma de clasificar la inestabilidad del apego en bebés de 12 a 18 meses (Ciccheti & Cohen, 2006).

Un factor de riesgo para la familia y generador de estrés en los padres o cuidadores, lo que puede reducir notoriamente la disponibilidad y atención sensible y, en algunos casos incrementa el riesgo de crianza hostil o abuso, es el número de niños en la familia, puesto que genera altos niveles de estrés en los padres, en especial cuando algunos de esos niños tienen problemas de ajuste o adaptación, o algún tipo de patología (Ciccheti & Cohen, 2006).

Respecto de otros factores de riesgo, existen hallazgos que señalan que en el vínculo de apego entre madres y bebés prematuros, la representación de la madre respecto del bebé está directamente relacionada con el tipo de apego infantil, y no así el sólo hecho de que los niños prematuros generan tipos de apego inseguros. Esto otorga un mayor argumento a la noción de que las variables maternas pueden influir más que las variables del niño en la conformación de la calidad del apego del bebé hacia su madre, cuando ésta es su cuidador principal (Cox, Hopkins & Hans, 2000). Este tipo de descubrimiento, además, es consistente con la teoría del apego (Ainsworth et al., 1978; Sroufe, 1985 en Cox et. al., 2000). Otros resultados, sugieren que no sólo el nivel de riesgo neonatal, sino también las representaciones maternas del bebé pueden contribuir a la variabilidad en la distribución del apego en muestras de investigación con díadas en que los bebés son prematuros. La perspectiva parental del apego es una importante contribución al desarrollo del apego en los bebés y, por ello, es fundamental para la comprensión de la naturaleza del apego en familias con los bebés prematuros (Cox et. al., 2000).

Un estudio realizado en Chile concluyó que la variable paridad tiene un rol en el establecimiento del vínculo de apego entre la madre y su hijo, observándose una predominancia de estilo de apego inseguro en madres primíparas y una predominancia de apego seguro en las madres multíparas. En este mismo estudio, se señala que los patrones de apego seguro predominan en los partos de tipo eutócico. (Lecannelier et al., 2008). Este mismo estudio, no encontró correlación significativa entre la edad de la madre y la calidad del vínculo de apego con sus hijos, pese a que las madres más jóvenes tendían al establecimiento de un vínculo inseguro. Por otro lado, no se pudo concluir que el estado civil de las madres fuese un factor decisivo en el vínculo de apego, aunque existen teorías que indican que las madres que se encuentran en relaciones más satisfactorias emocionalmente suelen presentar mayor sensibilidad hacia sus hijos, y por ende, un vínculo de apego seguro (Howes & Markman, 1989 en Lecannelier et al., 2008).

En otro estudio acerca del efecto de algunos factores de riesgo sobre el tipo de apego, se observó que en cuyas familias en que la madre e hijo presentaban una unión afectiva catalogada de insegura en cuanto a la estabilidad, habían síntomas elevados, tanto paternos como maternos, respecto al consumo excesivo de alcohol, depresión maternal así como conducta antisocial en la madre. Esto, en contraste con aquellas familias en las que la unión afectiva fue caracterizada como segura en cuanto a la estabilidad. La estabilidad en cuanto a patrones de inseguridad entre la madre y el infante fue asociada a altos niveles de expresiones negativas de afecto materno. En este sentido, se pudo apreciar que la inseguridad estable entre el padre e hijo se asociaba con bajos niveles de expresiones positivas de afecto durante las interacciones entre ambos, en ciertos momentos, y altos niveles de emotividad negativa durante otros momentos. En síntesis, los resultados indican que los niños que se sentían inseguros en ambos casos (con ambos padres) presentaban, en su mayoría, características de riesgo familiar (alcoholismo, depresión materna, conducta antisocial de la madre) (Edwards, Eiden & Leonard, 2004). Una amplia gama de bibliografía sugiere que la exposición a relaciones violentas puede tener un impacto negativo en el desarrollo de los niños, generando, a largo plazo, altos índices de problemas conductuales a medida que crecen (Ciccheti & Cohen, 2006).